El foro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), realizado recientemente en Barranquilla, y por primera vez en América Latina, permitió dimensionar el notable avance que, durante las dos últimas décadas, ha proyectado a ‘La Arenosa’ como una ciudad modelo en el Caribe colombiano.
Uno de los pilares de ese éxito ha sido la creación de la Gerencia de Ciudad, una dependencia de la Alcaldía encargada de liderar macroproyectos y coordinar agendas estratégicas. Observar desde Valledupar todo lo bueno que está ocurriendo en Barranquilla nos lleva a desear una transformación urbanística propia. Si bien aquí se han dado avances, aún no resultan suficientes ni articulados.
Vale hacer un paréntesis para ser justos: como lo hemos señalado en esta página editorial, también hemos resaltado el ejemplo de Bucaramanga, ciudad con importantes logros urbanos pese a estar más alejada del mar. Pero volvamos a Barranquilla, por el orgullo regional que inspira su desarrollo y que también nos debe motivar.
¿Cómo lo han logrado y cómo lo están haciendo? Esa es la pregunta que debe analizarse con juicio, reconociendo las diferencias de contexto, ubicación, dinámica empresarial y migratoria entre ambas ciudades. Es cierto que Barranquilla aprovechó recursos significativos del Gobierno nacional (especialmente durante el periodo Santos), pero también fortaleció sus capacidades locales, incrementó sus ingresos tributarios y generó confianza institucional, incluso con altos niveles de endeudamiento.
Valledupar, además de tener una identidad cultural poderosa, posee un importante potencial económico. Pero para que esta tierra de música y tradición dé el salto hacia un modelo de desarrollo ordenado, competitivo y sostenible, se requiere más que buenas intenciones. Hace falta visión estratégica, coordinación interinstitucional, liderazgo técnico, funcionarios de alto nivel profesional, y una mayor articulación con el sector privado y la academia.
¿No es momento de pensar en una figura como la Gerencia de Ciudad, al estilo de la que ya funciona exitosamente en Barranquilla? Figuras como Jaime Pumarejo, en su momento, y hoy Ana María Aljure, han encarnado ese rol técnico y de continuidad más allá del alcalde de turno.
Se necesita un cerebro técnico y operativo, con empoderamiento y medios adecuados, que ayude a superar la fragmentación institucional que muchas veces diluye esfuerzos valiosos. También, que apoye al alcalde en funciones estratégicas, ya que, por naturaleza del cargo, este se ve absorbido en actividades de representación, relaciones nacionales, gestión política y negociación social. Aunque Ernesto Orozco posee innegables capacidades gerenciales, no puede hacerlo todo.
Ese liderazgo debería enfocarse en macroproyectos clave: el ecosistema del río Guatapurí, el embalse multipropósito, el Malecón y la Avenida del Río; la nueva PTAR, Emdupar, el SETP (SIVA), la expansión urbana desordenada, el bajo control de desarrollos sin licencia, la escasa cultura ciudadana, y el rezago del turismo cultural, natural, étnico y religioso. Todo esto sin olvidar el caos del espacio público, la movilidad y la pobreza monetaria. Hay más ciudad que Alcaldía, y el reto de Ernesto Orozco es estructurar una solución.
Preguntas como ¿quién lidera hoy el crecimiento de Valledupar?, ¿quién garantiza que el desarrollo sea sostenible, equilibrado y coherente con su vocación cultural y ambiental? nos obligan a pensar seriamente en una figura de Gerencia de Ciudad. No todo debe depender de una alcaldía de turno. Nos sentimos orgullosos de Valledupar, sí, pero en materia de transformación urbanística, por ahora nos queda decir, como en San Diego: “¡Amalaya Barranquilla!”











