En un acto cargado de compromiso ciudadano y preocupación colectiva, en las oficinas de EL PILÓN, con ocasión del fin de septiembre, mes del Patrimonio, se creó la Asociación de Vecinos de la Calle 15, delimitada entre las carreras Cuarta y Novena. A la cita asistió el 90% de los propietarios, residentes, comerciantes y pequeños empresarios, también la Diócesis, AVIVA, Academia de Historia, La Filarmónica, universidades e instituciones de formación como la UDES, ESESCO y ESTEC, quienes, con un sentido de urgencia, elevaron su voz para rescatar de las ruinas al que alguna vez fue el orgullo arquitectónico y cultural de la ciudad: el Centro Histórico.
La creación de esta asociación no es un simple trámite burocrático, sino una reacción desesperada ante la realidad. Las calles que un día fueron escenario de tertulias, encuentros familiares y actividades culturales, hoy se encuentran desoladas, oscurecidas y dominadas por la inseguridad.
El diagnóstico, la inseguridad reinante: las noches de delincuentes e indigentes que, ante la falta de vigilancia, alumbrado público y actividad, convierten al centro en un territorio hostil. Servicios públicos deficientes: los carros recolectores de basura no cubren todas las calles, dejando los desechos a la intemperie y creando focos de insalubridad, presos de habitantes de calle y perros desperdigadores.
Carga tributaria desmedida: el impuesto predial en este sector ha alcanzado niveles insostenibles y solo se aplicarían los descuentos a las viviendas. Los moradores y usuarios piden que se unifique el cobro, como ocurre en otros centros históricos del país, para que no se sigan asfixiando comercios ni castigando a familias residentes.
A estas denuncias se sumó la petición concreta: vigilancia nocturna, instalación de bancas para turistas, canecas de aseo en puntos estratégicos, regulación y señalización del tráfico de motos y organización de eventos culturales que devuelvan el atractivo turístico. Evaluar pros y contras de una arborización de sombra y paso vehicular, por lo menos en ciertas horas.
Se amplió la lluvia de ideas propositivas: embellecer fachadas, iluminar plazas y parques, rescatar la historia musical que late en cada rincón y aprovechar la riqueza arquitectónica para atraer visitantes nacionales e internacionales. “El centro histórico no debe seguir siendo un lugar de paso indiferente, sino el corazón vivo de Valledupar”, señalaron algunos líderes comunitarios.
Los comerciantes expresaron su quiebre económico por la ausencia de clientes: restaurantes cerrados —el último de ellos, Central Pork, sobre la misma calle 15—; tiendas abandonadas y casas convertidas en bodegas ilustran el panorama. La falta de dinamismo turístico y cultural ha convertido al centro en un espacio fantasma, cuando debería ser el epicentro de la vida ciudadana.
Se identificaron factores estructurales: el Plan de Manejo (PEMP), que se plantea modificar; y el proyecto de la Avenida del Río y gran Ecoparque, que propone recuperar su margen derecha y conectarlo prolongando en amplio bulevar la calle 15 hasta el río, como fue el camino viejo.
La nueva asociación designó un comité encargado de pedir cita con el alcalde Ernesto Orozco, a fin de alcanzar soluciones; también asumirá la conformación legal, identificar áreas de colaboración y compromiso entre los vecinos, y trazar un plan integral de recuperación. La expectativa es clara: acciones concretas y voluntad política. Con el Estado o sin él, se trabajará en transformar el sector.
El centro no puede seguir hundiéndose en la desidia. Se requiere la participación del Estado, el sector privado, la academia, las instituciones y la comunidad para devolverle brillo a este patrimonio. Los vecinos, con su organización, han dado el primer paso. Ahora corresponde a las autoridades responder con hechos y no con promesas vacías. Porque el centro de Valledupar, con su historia y su belleza, no merece el olvido, sino renacer de sus cenizas.











