COLUMNISTA

… Y la carta número tres…

Si los vallenatos tuviéramos realmente un plato típico y para elegir a la carta, seguramente pediríamos costillitas de acordeón con merengón de guanábana, al plátano amarillo le llamarían guacharacas (no la finca famosa) en salsa de mango y muchacho relleno al  Cirino, para poner tres ejemplos de nuestra trilogía musical.

… Y la carta número tres…

… Y la carta número tres…

Por: Edgardo

@el_pilon

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Si los vallenatos tuviéramos realmente un plato típico y para elegir a la carta, seguramente pediríamos costillitas de acordeón con merengón de guanábana, al plátano amarillo le llamarían guacharacas (no la finca famosa) en salsa de mango y muchacho relleno al  Cirino, para poner tres ejemplos de nuestra trilogía musical. Pero ya no pedimos a la carta, ni siquiera pensamos a carta cabal, mejor dicho ni de la Cabal  esperamos nada. Definitivamente las cartas cambiaron, Leyva las revivió, en los restaurantes tiene una vaina cuadrada (QR) y en tu celular está todo, falta la carta número tres, en versión de Alfredo Gutiérrez, pero tampoco queremos saber de Alfredo en estos días. ¡Qué vaina!

Todo cambió, el cambio no llega y hasta los carros de cambios son obsoletos. Los indicios para nuestra fiesta festivalera, hace apenas pocos años, era ver acordeoneros de pueblos cercanos y lejanos llegando anticipadamente al concurso, ensayo de piloneras, sombreros vueltiaos de la sabanas, y hace un lustro tal vez, para saber que hay festival encontramos la pelea de Evelio Daza Daza, abogado vallenato, contra la familia  Molina Araújo, solo  cambia el nombre, puede ser Hernando, Rodolfo y Andrés Alfredo, últimamente, una riña vieja, con o sin razones, con heridas verbales y vainas financieras e históricas que ya nadie entiende ni quiere entender; luego llega despeinado el veterano Rafael Valencia, autor de “La caja negra”, con una nieta, pidiendo viejas regalías por los medios de información y casi de inmediato el robo del primer acordeón en los concursos, ya eso forma parte del evento. Después la pedidera de boletas, pero contaré luego.

Al pasar el evento vienen los cuadros, cifras y estadísticas de los organizados comerciantes con  economistas  taquilálgicos  expertos en  demostrar las ganancias del evento en cifras, unos cuadros que actualizan cada año, más por percepciones que reales, que aumentaron tantos vuelos, que llegaron tantos aviones privados, que los hoteles están full y los cerveceros y tenderos vendieron todo, como si aquí no bebieran todo el año, que entraron miles de vehículos y la mayoría son los mismos de los pueblos vecinos que repiten viajes y los cuentan como nuevos. Ni qué decir de los vallenatos que regresan a su tierra, estos viven, comen, se bañan en sus casas con sus amigos y en nada contribuyen a la economía, pero al menos  acaban el mercado del mes más rápido de sus padres, y de ahí no pasa nada. ¡Y se dinamiza le economía!

También los delincuentes nuestros perfeccionan sus mañas, taxis suben tarifas, moteles se vuelven hoteles con el cuento que la H es muda, las casas de campo se llenan de parrandas y negocios, algunos no tan santos, en fin, no pasa una semana cuando los comerciantes siguen en su queja eterna de que si prohíben las mototaxis se quiebran, pero nadie dice que por ellas se quebró el SIVA desde su creación.

Todo nos revuelve a la política local y nacional, dos palabras entran a las discusiones entre los nuestros. La primera  es “prórroga”  ya  conocida, manoseada, amañada y hasta querida, y ahora nos viene  el excanciller Leyva con su “leyvianismo” andino anunciando la carta número dos. Y la carta número tres, yo la espero como lo vez, y yo sé que nunca mandarás. El juguete sigue en el ropero. ¡Pero el ropero hace tiempo no se cambia!

Por: Tiro de chorro / Edgardo Mendoza Guerra.

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