“El control poblacional es una de las alternativas que deben ponerse en el centro del debate político y científico para evitar el colapso ecológico de la Tierra”, era una de las reflexiones frecuentes de ambientalistas; pero ahora, sorprende que algunos analistas inviten a las mujeres a tener más hijos, ‘porque el Cesar se está envejeciendo’.
El analista de datos de la Universidad Nacional de Colombia, Julián Barbosa Viña, escribe: el departamento del Cesar, igual que gran parte de la región Caribe colombiana, experimenta una transformación demográfica profunda caracterizada por dos fenómenos interrelacionados: un descenso sostenido de la fecundidad y un aumento progresivo de la esperanza de vida.
Tradicionalmente, esta transición se ha percibido con alarma, anticipando una carga económica para una sociedad que envejece. Sin embargo, desde la perspectiva analítica que considera las mejoras en la calidad de vida, se puede sustentar que este nuevo panorama no representa una amenaza, sino una oportunidad para redefinir la productividad y la estructura social. Lejos de ser un problema, la combinación de una población adulta longeva y una baja de la natalidad pueden ser un indicador de desarrollo y un camino hacia un equilibrio poblacional más sostenible.
Las cifras oficiales del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) corroboran esta transición. En efecto, la Tasa Global de Fecundidad (TGF) en el Cesar ha mostrado una tendencia decreciente. Según las proyecciones del DANE, para el periodo 2020-2025 la TGF en la región Caribe era de 1,95 hijos por mujer, por debajo del nivel de reemplazo (2,1); una caída significativa si se compara con décadas anteriores (DANE, 2018). Este descenso está directamente ligado a mejoras estructurales, como un mayor acceso a la educación superior y a la planificación familiar, que han empoderado a mujeres cesarenses para tomar decisiones reproductivas más autónomas.
Por otro lado, la longevidad ha aumentado. La esperanza de vida al nacer en Colombia ha superado los 77 años (DANE, 2020), y aunque existen disparidades regionales, la tendencia en el Cesar es claramente ascendente. Esto no es un fenómeno aislado, sino el resultado directo de mejoras en la calidad de vida: una cobertura en salud más amplia, programas de saneamiento básico, mayor seguridad alimentaria y una creciente conciencia sobre estilos de vida saludables. La población no solo vive más años, sino que lo hace en mejores condiciones.
El desafío no está en revertir esta transición demográfica, que es inherente al desarrollo, sino en adaptar las estructuras sociales y económicas para aprovechar su potencial. Es imperativo crear políticas públicas que fomenten el envejecimiento activo, promuevan la inclusión laboral flexible de los adultos aún en etapa productiva y faciliten la transferencia intergeneracional de conocimientos. Al hacerlo, el Cesar puede demostrar que una sociedad con menos niños y más adultos longevos no es una sociedad en decadencia, sino una comunidad madura que valora la experiencia y construye su futuro sobre los cimientos de una vida más larga y plena.
Por José Atuesta Mindiola












