COLUMNISTA

Un llamado a la ternura

En estos tiempos de egolatría y egocentrismo, donde todo gira en torno a nosotros mismos, bien vale la pena pensar en la práctica de compartir y reconocer.

Valerio Mejia Columnista

Valerio Mejia Columnista

Por: Valerio

@el_pilon

canal de WhatsApp

“Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente…”. (San Mateo 10,42)

En estos tiempos de egolatría y egocentrismo, donde todo gira en torno a nosotros mismos, bien vale la pena pensar en la práctica de compartir y reconocer.

Queridos amigos, la vida es demasiado corta y la aflicción, demasiado larga. No podemos permitir que nuestra compasión sea ineficaz por haber acudido demasiado tarde a ayudar y reconocer a nuestro prójimo. No es solamente lo que hemos hecho, sino también lo que hemos dejado de hacer, lo que acusará nuestras conciencias y nos causará terribles sentimientos de culpa e indiferencia.

El principio es: aprender a dar de lo que tenemos. Aun lo poco que podamos ofrecer, puede ser mucho para alguien más. Quizá, para alguno, sea mejor de lo que podemos imaginar. Reza así el texto bíblico: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que mides, os volverán a medir”.

Hoy quiero llamar tu atención sobre aquellas cosas que, por descuido, premura o la angustia del tiempo, hemos dejado de hacer: aquella carta que no escribiste; las palabras cariñosas y comprensivas que dejaste de pronunciar; las flores que pudiste haber enviado y que hoy son tan solo un pensamiento lejano. Todos esos detalles pueden convertirse en fantasmas que revolotean por nuestras mentes y nos roban la paz.

Esa piedra que pudiste haber quitado del camino de tu hermano; ese consejo alentador, cargado de cariño, que no diste por estar demasiado ocupado; ese abrazo solidario o apretón de manos lleno de sentimiento que omitiste; ese tono amistoso y conciliador que debiste haber usado, pero no lo hiciste, y terminó hiriendo la sensibilidad de tu amigo o vecino.

Estos pequeños actos de cariño y comprensión, que tan fácilmente pasan desapercibidos, son oportunidades que tenemos para convertirnos en canales de bendición, emisarios y portadores del amor de Dios para alguien. Se nos presentan a toda hora y en todas partes: en el día o en la noche, en el bullicio o en el silencio. Debemos estar alertas a estas ocasiones para convertirnos en colaboradores de Dios, para poder decir: como si Dios rogase por nosotros, les rogamos…

No seamos tacaños ni miserables en el reconocimiento y los elogios. Es preferible hacerlo en vida, porque cuando la otra persona haya partido a la eternidad, será demasiado tarde. Como nadie sabe con qué sed bebe el otro, tal vez esa palabra de aliento que le brindas sea su único aliciente para alegrar su día y encaminar su conducta.

Seamos generosos en los reconocimientos. No nos guardemos las palabras amables para después. Al establecer un paralelismo, dice el proverbio bíblico que mejor es reprensión manifiesta que amor oculto.

Todo esto sin contar con el beneficio de la recompensa, porque, inexorablemente, de todo lo que sembremos, eso mismo cosecharemos. Y de todo lo que demos, de eso mismo recibiremos.

Oramos para que Dios te use como instrumento de paz, provocando un ambiente seguro y siendo un puerto firme para otros. ¡Da de lo que tienes!

Abrazos y bendiciones.

Por: Valerio Mejía.

TE PUEDE INTERESAR