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¿Qué le espera a la Iglesia católica? De Francisco a León XIV (I) 

El mundo vivió, en vivo y en directo, la protocolaria y pomposa transición de poder que se dio en el Vaticano, la ciudad-estado de la Iglesia Católica, quizás la de mayor poder religioso y político en el mundo. El papa no sólo es líder de una feligresía, sino jefe de Estado y mucho más. Los […]

¿Qué le espera a la Iglesia católica? De Francisco a León XIV (I) 

¿Qué le espera a la Iglesia católica? De Francisco a León XIV (I) 

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El mundo vivió, en vivo y en directo, la protocolaria y pomposa transición de poder que se dio en el Vaticano, la ciudad-estado de la Iglesia Católica, quizás la de mayor poder religioso y político en el mundo. El papa no sólo es líder de una feligresía, sino jefe de Estado y mucho más. Los medios recordaron la simpatía y bonhomía que irradiaba Jorge Mario Bergolio, el papa Francisco, el argentino-italiano, que falleció el lunes de Pascua, después de haber cumplido –enfermo-  una apretada agenda con motivo de la Semana Santa. 

Fueron horas y horas de transmisión en televisión de las honras fúnebres del sucesor de Pedro, el pontífice número 266, que logró proyectar una iglesia más cercana a la gente y -principalmente- a los más pobres, a los vulnerables y migrantes. Bergolio hizo, en Roma, lo mismo que había hecho en Buenos Aires, donde salía a caminar por las calles, iba a las barriadas más pobres e inclusive él mismo buscaba sus periódicos en los tradicionales “quioscos”, emblemáticos puestos de venta de periódicos y revistas, de la capital de Argentina. 

De la Orden de los Jesuitas, el padre Jorge, como lo llamaban en Buenos Aires, cambió esa Arquidiócesis y al estilo de Juan Domingo Perón, el legendario militar y político argentino, quien conectaba con la gente, con el pueblo, con la clase trabajadora. Bergolio era feliz en la capital de Argentina, uno de los mejores vivideros de América Latina. 

Pero; en el conclave de 2005, cuando se eligió a Joseph Ratzinger, su vida inició un cambio que solo se vería años después; Bergolio, fue uno de los favoritos, pero cedió a favor del alemán.  Su suerte ya estaba marcada. (A propósito, aún no se han establecido las verdaderas razones de la renuncia de Ratzinger al pontificado, como pocas veces se ha presentado en la historia de la Iglesia de Cristo. Sigue el misterio sobre esta renuncia).

Del padre Jorge a Francisco 

Ante la decisión del pontífice alemán; en 2013, cuando había que elegir al sucesor de Benedicto XVI, Bergolio entró como uno de los favoritos, a pesar de que se diga lo contrario. Himitian, E. (2013). FRANCISCO. Buenos Aires. Ed. AGUILAR.

Y fue el elegido, concretándose lo que se había iniciado unos siete u ocho años antes. Desde los primeros días de su pontificado, en marzo de 2013, Bergolio anunció que se llamaría Francisco, escogió este nombre en homenaje a Francisco de Asís, santo austero y amigo de los pobres. 

El surgimiento de un sacerdote con el estilo del “Padre Jorge”, hay que comprenderlo a la luz del Concilio Vaticano II (1968), evento que ha sido el más significativo en los cambios en la Iglesia católica, que originaron en América Latina fenómenos como la “Teología de la Liberación”. Bergolio era amigo de una “teología popular”, como él la llamaba, refiriéndose a la manera de vivir las comunidades populares de este continente la creencia en un Dios único y misericordioso.     

Al llegar a Roma, y radicarse, el argentino dio muchas muestras de estar alejado del mundo palaciego tradicional del Vaticano. Y optó por vivir en un modesto apartamento, y no en el palacio que usó su sucesor, Joseph Ratzinger. Igual en su indumentaria, desde los zapatos hasta los hábitos propios de su rango, los quiso lucir lo más sencillo posible. Se iniciaba la era de Francisco.  

Todo esto generó comentarios positivos y esos mensajes llegaron a todo el mundo, era un pontífice distinto, sencillo, afable, simpático y no reservado y enigmático, como el filósofo y teólogo alemán. (Ratzinger tuvo sus razones para dar un paso al costado).  Este solo aspecto, el de la imagen personal que proyectaba, fue elemento fundamental, una marca, si se quiere. 

Pero, más allá de este aspecto, logró establecer una política de transparencia en las finanzas del Vaticano, pidiendo auditorías para las arcas de la Iglesia cristiana, no exenta de varios casos de corrupción, lujo y despilfarro, como lo han documentado serios periodistas que conocen bien el mundo de Roma y –en particular- la vida ostentosa del Vaticano. (Nuzzi,2015). Vía Crucis. Los grandes enemigos de Francisco están dentro. 

Bergolio se dio cuenta de la corrupción, el despilfarro y esa vida lujosa de muchos jerarcas en la Curia Romana, algo que él, sinceramente, despreciaba. Inmediatamente, exigió auditorías, cambió a muchos funcionarios y dictó directrices perentorias encaminadas a una mayor transparencia y austeridad en las arcas de la milenaria institución (así lo demuestra el periodista italiano Gianluigi Nuzzi en su libro Vía Crucis). Obviamente, esto no les gustó a muchos. Desde entonces, se amplió el número de enemigos del nuevo pontífice. 

Francisco también fue claro en que su política de “cero tolerancia”, frente a la pederastia y otros excesos inaceptables para el clero cristiano, que representa, según se estima, a más de 1.400 millones de personas, con feligreses en los cinco continentes. En este feísimo, pero complejo tema, también fue vertical: estas conductas no solo eran inmorales, sino, muchas veces, delitos que tenían que ser investigados y juzgados por la justicia ordinaria. 

Esta política fue bien recibida por una parte del clero, por cientos de organizaciones no gubernamentales que trabajan en derechos humanos y por la amplia mayoría de la feligresía. Por eso, no fue extraño que luego de su muerte Roma se llenara de periodistas, camarógrafos y fotógrafos de todo el mundo, a cubrir la muerte del papa, descendiente de migrantes italianos, como si fuera una competencia deportiva propia de la cultura del espectáculo que hoy nos agobia.  Y – así- el mundo despidió con los honores del caso al papa fallecido, quizás a él mismo no le habría gustado el brillo, la pompa y el protocolo con el que le dieron su último adiós. Pero la Santa Iglesia es así.  

Cuando votó el Espíritu Santo

Terminados los nueve días de duelo por el papa Francisco, inmediatamente, se inició el cónclave para elegir a su sucesor. Antes del mismo, fueron varias las congregaciones en las cuales el Colegio Cardenalicio inició las conversaciones para buscar a quien tendría que remplazar al argentino-italiano, ahora sería el papa número 267 en la historia. 

A pesar de la prudencia y reserva de los famosos cónclaves, lo cierto es que, sí hubo movimientos y enfrentamientos entre las tantas corrientes conservadoras, liberales y moderadas, entre otras, que existen en la actualidad al interior de la Iglesia. Hoy ya se sabe que se movieron muchas influencias desde varios centros de poder del mundo, para que el sucesor de Francisco fuera un norteamericano, primero, y no el cardenal Parolín, secretario de Estado, uno de los favoritos.  

Algunos diarios de la misma Roma, que cubren con mucho rigor los temas del Vaticano, ya han contado que hubo llamadas desde la misma Casa Blanca en Washington. Igual hicieron varios primeros ministros de algunos países de Europa, inclinados por una u otra tendencia. (Nuevo Siglo de Bogotá, por esos días, que cita el Il Corriere della Sera y La República de Roma). 

Prieto Parolín, italiano, era el preferido por algunos de sus colegas de Europa. Pero, según se ha conocido, Washington tenía candidato a papa: Thimothy Dolan. Un grupo de países del llamado Tercer Mundo, se inclinaban por Tagle, el filipino, que también logró sus votos. En una de las votaciones, Parolín y Prevost estuvieron prácticamente empatados. Se necesitó un poco más que el poder del “espíritu santo” para que las “bancadas” de la mayoría de los cardenales se inclinaran por Robert Francisco Prevost Martínez, nacido en EE. UU. pero de descendencia española y nacionalizado peruano, país en el que vivió muchos años y donde hizo un trabajo social y pastoral muy interesante. Humo blanco: habemus Papa: León XIV. (Aparte).  (Este artículo tiene una segunda parte). 

Por: Carlos A. Maestre Maya. 

Docente. 

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