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Las cosas ridículas

El modernismo y el manejo del entorno social están llevando a las personas y comunidades a las cosas ridículas.

Fausto Cotes, columnista de EL PILÓN.

Fausto Cotes, columnista de EL PILÓN.

Por: Fausto

@el_pilon

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El modernismo y el manejo del entorno social están llevando a las personas y comunidades a las cosas ridículas.

La ridiculez no es más que hacer las cosas más raras y contrarias a lo que se piensa y debería suceder. Obrar con excesiva delicadeza o extravagancia es un buen síntoma para lograrla, pues, queriendo quedar bien y demostrar lo que no se puede, por falta de recursos, o de capacidad de empatía o convocatoria, se pretende tener el todo a su alrededor, cuando solo se busca el falso compromiso social.

No hay cosa más ridícula en el ámbito social que organizar festines, invitar a determinadas personas, para luego, en caso de no asistencia, reservar esos cupos a otros que, olvidados por evaluación categórica o por intereses creados de menos categorías dentro del alcance de las ambiciones y provechos, en algún momento se deban proponer. Cuando todo se tiene debidamente calculado y las jerarquías sociales juegan un papel importante, si aparece la ridiculez, se pierde la sencillez, y los valores que en otros tiempos honraron tienden a desaparecer.

La ridiculez es un concepto subjetivo que se asocia con lo absurdo, lo exagerado o lo inapropiado dentro de un círculo social, y varía según la cultura, la época y las normas establecidas. Cuando en la competencia social, política y económica solo se busca figurar, en muchas ocasiones esa ridiculez surge cuando se actúa de manera desproporcionada o fuera de lugar, que lo único que hace es generar reacciones de burla, incomodidad o incluso rechazo. Lo ridículo, sin embargo, también tiene un papel importante en la creatividad, el humor y la crítica social, muy utilizado por el chismoso hazmerreír, quien nunca falta en estos ámbitos.

En la crítica social, puede ser una herramienta para hacer ver contradicciones o hipocresías. Cuando la ridiculez es involuntaria, puede conllevar a la falta de autoconciencia o la desconexión con la realidad en la persona.

A nivel colectivo, las sociedades pueden caer en la ridiculez cuando defienden costumbres obsoletas o adoptan posturas extremas sin justificación. Claro que lo que hoy parece absurdo, mañana puede ser visionario. En última instancia, la ridiculez es una construcción social que, lejos de ser solo motivo de burla, también puede invitar a la reflexión.

Cuando haces una fiesta e invitas a personas para luego preguntarles si van a asistir o no para tomar esos cupos para otros en su reemplazo, es esto un acto ridículo porque demuestra una falta de planificación y cortesía social. Cuando alguien organiza una fiesta e invita a ciertas personas, lo lógico es que haya considerado previamente cuántos asistentes puede recibir y a quiénes realmente desea incluir. Sin embargo, si después de invitar a alguien le pregunta si asistirá solo para, en caso negativo, reemplazarlo con otra persona, esto refleja que la invitación no fue genuina, sino más bien parte de un cálculo de cupos para cumplir con un compromiso demostrando que se está por debajo del medio.

Desde el punto de vista social, esta actitud puede interpretarse como una falta de consideración hacia los invitados, haciéndolos sentir como piezas intercambiables en lugar de personas valoradas. Además, puede generar incomodidad o incluso resentimiento, ya que nadie quiere sentirse como una opción secundaria.

Por otro lado, si el espacio o los recursos son limitados, la solución más sensata sería aclarar desde el principio que la asistencia está sujeta a confirmación, sin dar la impresión de que se está manejando una lista de “suplentes”. En definitiva, este tipo de comportamiento puede ser visto como ridículo porque evidencia una falta de organización y tacto social, lo que puede afectar la percepción que los demás tienen del anfitrión.

En conclusión, nada de formalismos cuando verdaderamente quieres complacer a tus amistades y círculos sociales porque si no tienes la personalidad adecuada, terminas dejándote atrapar por la ridiculez. Nada de estar aparentando y figurar cuando la realidad es otra y las intenciones se bañan de intereses más allá de lo convencional.

Por: Fausto Cotes N.

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