Las dictaduras suelen surgir de diversas formas y contextos a lo largo de la historia. A menudo, comienzan con la acumulación gradual de poder por parte de un individuo o un grupo pequeño, usualmente en respuesta a crisis políticas, económicas o sociales que de tiempo atrás se han venido dando por la manipulación de grupos y movimientos que soterradamente se han repartido el poder olvidando los temas de justicia social.
En algunos casos, las dictaduras emergen de golpes de Estado, donde un líder militar o político toma el control del gobierno de manera repentina y violenta. Este golpe puede ser justificado bajo pretexto de restaurar el orden o la estabilidad, pero en realidad, conduce a la concentración de poder en manos de un solo individuo o partido que, bajo estados de odio, la represión aflora como sistema de venganza y no de castigo
Otro camino hacia la dictadura es a través de la manipulación y subversión gradual de las instituciones democráticas existentes. Con el tiempo, el líder o el partido en el poder acumulan cada vez más control sobre el gobierno y la sociedad, restringiendo la oposición y consolidando su propio dominio.
Además, las crisis internacionales o conflictos armados, donde podría ponerse en riesgo la seguridad nacional con la adopción de medidas autoritarias en nombre de la defensa del país, que, aun presentándose como temporales, puedan perpetuarse indefinidamente, especialmente si el líder en el poder utiliza el miedo y la propaganda para mantener el apoyo popular y justificar su régimen.
En resumen, las dictaduras pueden iniciar de diversas formas, pero comparten la característica común de concentrar el poder en manos de unos pocos a expensas de las libertades y derechos individuales de todos.
Un dictador es un preso de su propia conciencia que no acepta normas ni leyes específicas y no siente temor por llevar al presidio por mucho tiempo a aquel o aquellos cuyo único pecado ha sido luchar por la estabilidad de la democracia, de los derechos humanos y de la bendita libertad. Y es así como las dictaduras no sólo se le pueden atribuir a estados de demencias de un individuo o grupos de individuos sin la compresión de las causas profundas detrás de los regímenes autoritarios lo cual es crucial para prevenir su surgimiento.
Es importante entender que las dictaduras no son exclusivamente características de individuos “dementes”, sino que pueden surgir por una variedad de razones, incluyendo la ambición desenfrenada de poder, la ideología extrema o la respuesta a crisis políticas o sociales. Si bien algunos líderes dictatoriales pueden exhibir comportamientos que podrían considerarse dementes, como la soberbia, la crueldad o la falta de empatía, no todos los dictadores cumplen con esta descripción, pero usualmente se vuelven psicópatas por la megalomanía, el desprecio y la ignorancia sobre el bien social.
Muchos líderes autoritarios son inteligentes, estratégicos y manipuladores, capaces de explotar las debilidades de las instituciones democráticas y la vulnerabilidad de la sociedad para consolidar su propio poder. Lo que pasa es que normalmente la fiebre del poder absoluto los enferma con el cinismo que trae consigo la demencia y el poder vuelve loco cuando la inteligencia emocional no aparece y está nunca aparece en estos bárbaros del destino cruento del mundo de las guerras. Entonces la idea es condenar al pueblo a la miseria para gobernar a sus anchas.
Lo más preocupante actualmente y sobre todo en nuestro mundo americano, es que las dictaduras han llegado a un estado tal que la soberbia, la ignorancia, la megalomanía y el delirio de poder hayan degenerado en un cinismo psiquiátrico donde se gana a la fuerza bruta después de comprar con mucho dinero a las fuerzas del orden de los estados en conflictos, donde ganar por los sistemas demócratas será imposible ante el atropello de esos autócratas y a la indiferencia de entidades como OEA, ONU, ONG, etc., compuestas por los jubilados de alto rango de los países que las integran, que no hacen sino es pasearse de sitio en sitio indiferentes a las danzas de guerras cuyos propósitos de paz se deban dar por su determinante actuación en pro de la humanidad, en pro de la vida y en pro del sentimiento social. Nadie quiere jugar al héroe con tanto dinero a la vista, que obnubila al patriotismo de otros tiempos.
Por: Fausto Cotes N.











