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China un nuevo imperio global 

Emmanuel Todd es uno de los pocos que predijo el fin de la Unión Soviética. En ‘La caída final: Ensayo sobre la descomposición de la esfera soviética’ (1976), analizó la mortalidad infantil, las tasas de suicidio, la productividad económica y otros indicadores; concluyó que el largo estancamiento de la URSS culminaría en el colapso.

China un nuevo imperio global 

China un nuevo imperio global 

Por: Luis

@el_pilon

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Emmanuel Todd es uno de los pocos que predijo el fin de la Unión Soviética. En ‘La caída final: Ensayo sobre la descomposición de la esfera soviética’ (1976), analizó la mortalidad infantil, las tasas de suicidio, la productividad económica y otros indicadores; concluyó que el largo estancamiento de la URSS culminaría en el colapso. En su libro La Défaite de l’Occident (La derrota de Occidente, publicado en enero de 2024), Todd aplica el mismo análisis de datos forenses a Rusia, Ucrania y Occidente, y concluye que Rusia logrará sus objetivos bélicos y que Occidente se encamina hacia la derrota, no por la guerra, sino por su propia autodestrucción.

Si bien la rivalidad estratégica ha dado forma a gran parte del panorama internacional contemporáneo, es necesario entender que no se trata de una encarnizada componenda ideológica, como puede creer la gente. El osado pronóstico de Emmanuel Todd tiene coincidencias con varios autores, debido a factores como el fracaso de las instituciones, el relativismo moral y las divisiones sociales.

A lo largo de la historia, el poder hegemónico se ha solapado en gran medida con el imperio. El Imperio Británico fue una fuerza hegemónica mediante su superioridad naval y su dominio colonial, mientras que Estados Unidos, tras 1945, se convirtió en el creador y ejecutor de las normas de un orden internacional liberal basado en alianzas militares (OTAN), instituciones económicas (el FMI, el Banco Mundial) y narrativas de democracia y derechos humanos.

Proverbio chino: cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, mientras que otros construyen molinos. Este proverbio cobra una nueva relevancia, ya que nuestro mundo atraviesa tiempos turbulentos, marcados por una extraña subdivisión: el surgimiento de un nuevo y poderoso imperio chino.

China propone una vía alternativa de influencia mediante la política económica, la expansión tecnológica y la fijación selectiva de normas como medio para gobernar e interactuar con el resto del mundo de maneras que no dependan necesariamente de la violencia directa o el conflicto físico. Está expandiendo su alcance geopolítico sin bases militares ni pensamiento ideológico, sino mediante la dependencia económica, la diplomacia de infraestructuras y los ecosistemas tecnológicos. La Iniciativa de la Franja y la Ruta es un ejemplo de ello, firmada con varios países para fortalecer la confianza entre China y Asia, África y Europa mediante puertos, ferrocarriles y autopistas digitales.

Aunque China no está interesada en escalar a un conflicto directo, el hecho de que no implique violencia no significa que no sea peligroso. El ascenso de China, que en muchos aspectos no es militar pero conlleva coerción y costos, representa un desafío formidable a partir del debilitamiento del orden internacional liberal dominado por Estados Unidos. El futuro de la geopolítica internacional, con un nuevo orden tripolar —el G2 de Rusia, China y Estados Unidos— contempla el ascenso de China como potencia global, con un cambio de paradigma que no se caracteriza por la guerra, la ocupación territorial o el control imperial, sino por la influencia sin invasión, trastocando la concepción occidental de la proyección del poder internacional, que históricamente ha incluido presencia militar, ocupación territorial y conversión ideológica.

Por: Luis Elquis Díaz.

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