Desde su salida del Congreso de la República en el 2006, Miguel Durán Gelvis no volvió a ser candidato en ninguna elección, pero sí continuó haciendo política. Es a lo que se ha dedicado toda su vida. EL PILÓN lo entrevistó, a propósito de que su nombre suena como posible jefe de una campaña en las elecciones legislativas del 2026.
¿A qué se dedica actualmente Miguel Durán?
Desde que me retiré de la política activa en 2006 decidí concentrarme en el sector empresarial. Junto a mi familia y algunos amigos, creamos varias empresas, especialmente en el área de la salud, el turismo y la construcción. Hoy sobreviven unas tres de esas iniciativas, y me desempeño como asesor de esas compañías.
¿Cómo ve la política desde la distancia?
Ya no estoy metido en la cotidianidad del poder, y eso me permite tener una óptica más amplia. Para mí, hay dos razones por las que alguien entra en la política: por vocación de servicio público o por el deseo de poder. Algunos combinan ambas. Pero, lamentablemente, hoy muchos dirigentes están más enfocados en el poder, y eso ha degradado la actividad política.
Usted hizo parte de una generación del centro del Cesar que logró ganar espacios de poder a nivel nacional. Pero no hubo relevo…
Tengo que reconocer que, en buena parte, somos responsables de que eso ocurriera. A veces no supimos leer bien el momento histórico. Pero también es que los jóvenes están muy mediatizados, se distraen fácilmente con el ruido de las redes sociales, y le dan poca importancia a lo público. Para muchos, la política es solo algo que ocurre cada cuatro años, cuando llegan los candidatos a pedir el voto, y luego desaparecen.
Esto no solo pasa en el centro del Cesar, ocurre en todo el país. La juventud prefiere acomodarse a los poderes establecidos en lugar de construir nuevas dinámicas políticas.
Además, hay un fenómeno que dificulta aún más el surgimiento de liderazgos sólidos y es que hoy es más difícil liderar grandes grupos. Cada concejal, cada alcalde, se siente dueño de su propio espacio y no hay voluntad para unificarse en torno a proyectos comunes.
¿Cómo escaló esa clase política del centro y sur del Cesar que retó a los del norte del departamento?
Nosotros vivimos una época excepcional. Fue bajo el liderazgo de Cristian Moreno Pallares que logramos articular una propuesta política sólida desde el centro-sur. Supimos leer un momento clave del país como fue el inicio de la descentralización administrativa.
Cuando los recursos comenzaron a llegar directamente a los municipios, se abrieron nuevas oportunidades. Antes, por ejemplo, los acueductos los manejaba el Gobierno nacional. Con las transferencias, los alcaldes pudieron hacer obras. En Curumaní, por ejemplo, logramos casi el 100% de cobertura urbana en acueducto y un 70% en alcantarillado. Fuimos de los primeros en la región. Ese proceso permitió el surgimiento de una nueva generación política…
Empezamos desde los concejos, luego elegimos alcaldes, diputados, congresistas. Fue una etapa en la que no solo teníamos discurso, sino realizaciones. Pero eso cambió. Hoy la dinámica política es otra.
¿Cómo ve el panorama político actual del Cesar?
Hoy hay unos poderes claramente establecidos. La mayoría de los liderazgos históricos han desaparecido o se han retirado, algunos por procesos judiciales al inicio del siglo, otros por simple cansancio. Muchos cuadros importantes se relegaron y no volvieron a tener protagonismo. En cambio, han surgido dos figuras dominantes: Cielo Gnecco y Alfredo Ape Cuello, quienes, más allá de las opiniones que se tengan sobre ellos, han demostrado una gran capacidad de trabajo y conexión con la gente.
Hay intentos como el de Claudia Margarita Zuleta, que ha tratado de abrirse camino, pero le ha costado mucho formar un equipo político sólido. En general, la política en el Cesar está muy mediatizada por los actores actuales. Falta renovación, falta trabajo de base.
¿Qué cree que pasó con la disidencia política en el Cesar?
Repito, los Gnecco son políticos talentosos. Que sus métodos gusten o no, es otra discusión, pero su capacidad es innegable. El resto de los dirigentes, en su mayoría, están cansados o simplemente dejaron de trabajar. Y la política requiere trabajo constante, estar en las comunidades, en los barrios, escuchando y proponiendo. No se puede hacer política apareciendo cada cuatro años. Eso no funciona. Hoy muchos prefieren el confort y no salir a recorrer el territorio.
Los nuevos liderazgos, por su parte, han preferido alinearse con los poderes existentes en lugar de construir una alternativa. Así es muy difícil que haya un verdadero relevo generacional o un cambio en el rumbo del departamento.
Hablemos de su carrera política…
Fui un estudiante inquieto en el colegio de Curumaní. Participaba en comités juveniles y juntas estudiantiles. Gracias a eso, Cristian Moreno Pallares me invitó a vincularme al movimiento político que lideraba. Fui concejal cuando él fue alcalde y, más adelante, dirigí la Casa de la Cultura del municipio. Desde allí comenzó todo.
Quise plantear una aspiración a la Alcaldía de Curumaní cuando tenía apenas 21 o 22 años. Era muy temprano y no se dieron las condiciones. Finalmente, Rodrigo Ríos, que venía de la Asamblea, fue elegido alcalde. Como su salida dejó un espacio en la Asamblea y el movimiento al que pertenecíamos tenía fuerza, terminé siendo elegido como diputado.
Estando en la Asamblea, Cristian Moreno Pallarés inició su campaña a la Cámara de Representantes. Tenía una aspiración muy sólida, pero lamentablemente fue asesinado por la guerrilla. En ese momento había que mantener esa aspiración y, aunque Rodrigo Ríos era uno de los líderes, no estaba habilitado. Como yo era diputado, fui quien asumió esa candidatura.
Intentamos llegar a la Cámara en 1994, pero la falta de experiencia nos pasó factura y no logramos el objetivo principal. Sin embargo, terminé siendo suplente de Álvaro Araújo y así viví mi primer periodo en la Cámara, el de 1994-1998.
Ya en 1998 sentí mayor respaldo y logré ser elegido con voto propio. No obstante, hubo una disputa por la credencial con un sector político vinculado a los Gnecco y no pude culminar el periodo.
En 2002 volví a presentarme como candidato a la Cámara y fui la primera votación del departamento. Luego, en 2006, aspiré al Senado, pero no obtuve el resultado esperado, y con eso cerré mi etapa como dirigente político activo.
A pesar de varias investigaciones, lo condenaron por un documento…
No haberme formado antes trajo consecuencias porque hubo errores, distracciones, que seguramente limitaron la proyección de mi carrera política. A eso se sumó un hecho que considero injusto porque fui inhabilitado y condenado por una supuesta falsedad en documentos públicos que nunca cometí. Era claro que algunos poderes me veían como una amenaza.
Esa experiencia me dejó una gran lección: si los jóvenes quieren asumir responsabilidades grandes, deben estar muy bien preparados, en todo sentido.
¿Sigue participando en política?
Sigo involucrado, pero desde otra orilla. No me considero un dirigente político importante hoy, pero mi experiencia me permite orientar. Muchos me buscan para conversar, para analizar, para ayudar a estructurar campañas. He estado en diálogos con sectores políticos del sur y norte del departamento porque me interesa seguir aportando. Aún siento que tengo energía y, sobre todo, ideas para ayudar a transformar el Cesar.
Eres del centro del Cesar, ¿qué opina del movimiento que pretende dividir el departamento?
Entiendo el reclamo de abandono, es justo. Pero no creo que dividir el departamento sea la solución. Lo que necesitamos es que la gente del sur tenga más poder en el Cesar actual, más participación, más representación en los cargos ejecutivos. Y que en Valledupar entiendan que el departamento no termina en La Paz o en Bosconia. Hay que integrar a Aguachica, Río de Oro, González, San Martín… a todo ese sur que también es Cesar.
Hay rumores de que será gerente de la campaña de Carlos Gummer al Congreso en el 2026…
Voy a participar en la campaña al Congreso. Estoy en conversaciones con distintos sectores, como la familia Peña, Ape Cuello, los Monsalvo… Tengo claro que para llegar al Congreso no basta con voluntarismo. Se necesita una estructura, decisiones firmes y propuestas claras. Mi apoyo se centrará en candidatos comprometidos con temas cruciales como las tarifas de servicios públicos, transición energética, desarrollo rural.
¿Qué pasará en las elecciones legislativas del 2026 en el Cesar?
Como cada cuatro años, habrá seis o siete candidaturas fuertes para la Cámara, pero solo hay cuatro curules. Hoy están cuatro representantes que quieren repetir, a los que se suman Mello Castro, Carlos Gummer y el progresismo. Como ocurrió en las elecciones pasadas, algunos candidatos con alta votación podrían quedarse por fuera. Todo dependerá de cómo se armen las listas.
En el Senado, el Cesar puede aportar entre 300.000 y 350.000 votos. Se perfilan como candidatos fuertes los actuales senadores Didier Lobo y José Alfredo Gnecco. También se habla mucho de Claudia Margarita Zuleta. Hay espacio para tres campañas sólidas. Pero el desgaste natural del poder también cuenta. Las alianzas van a ser decisivas.
Por Deivis Caro











