CULTURA

El amor macondiano

Resalta El Espectador en su reciente edición dominical los 40 años de la publicación de ‘El amor en los tiempos del cólera’, con un aparte de su contenido y varias referencias sobre el amor en estos tiempos de Navidad.

El nobel Gabriel García Márquez en charla con Santander Durán Escalona y Santander Durán Gómez (derecha).

El nobel Gabriel García Márquez en charla con Santander Durán Escalona y Santander Durán Gómez (derecha).

Por: Carlos

@el_pilon

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Resalta El Espectador en su reciente edición dominical los 40 años de la publicación de ‘El amor en los tiempos del cólera’, con un aparte de su contenido y varias referencias sobre el amor en estos tiempos de Navidad. En mis saludos de bienvenida a los asistentes foráneos a Guacaó, quienes son los que realmente valoran el esfuerzo pasional y apostólico con el que tratamos de mantener un espacio cultural en el que se respira un ambiente macondiano, con un entorno de realismo mágico bajo un palo de mango, hago referencia al primer promotor de la música vallenata tradicional fuera de la Provincia, como lo fue Gabriel García Márquez, quien en sus inicios como periodista en El Universal de Cartagena, con 21 años de edad, en su segunda columna periodística titulada “Punto y Aparte” (22 de mayo de 1948), hizo una referencia poemática de amor al acordeón: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento… Yo, personalmente, le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste…”.

Además, resalto la influencia de la narrativa vallenata en su magna obra literaria ‘Cien años de soledad’ y, así mismo, la influencia de su obra y del imaginario universal macondiano que creó Gabito, en la que se percibe la “vallenatía” del Magdalena Grande.

Pero no solo hago referencia a las citas de “la vallenatía” en ‘Cien años de soledad’; también recuerdo el epígrafe de El amor en los tiempos del cólera: “En adelanto van estos lugares, ya tienen su Diosa coronada”, contenido de una de las canciones del ciego genial Leandro Díaz y, adicionalmente, resalto un episodio que ocurre entre las páginas 240 y 246 de la primera edición de 72.000 ejemplares en 1985: un personaje, esposa del capitán del buque fluvial Rosendo de la Rosa, hombre que anunciaba su salida y llegada a puerto con la sirena del buque, hecho que aprovechaba Florentino Ariza para encuevarse con la esposa del capitán, quien lo recibía “como su madre la crió hasta los siete años: desnuda por completo, pero con un lazo de organza en la cabeza”.

Estos encuentros no corrieron ningún peligro de ser descubiertos durante los siete años que duraron, personaje que se sumó a los “seiscientos veintidós registros de amores continuados” que tenía Florentino Ariza en sus veinticinco cuadernos de archivo personal.

Este personaje femenino se inspira en la visita que hiciera el Premio Nobel a Valledupar en 1983, como jurado del Festival Vallenato, en momentos en que estaba escribiendo esta novela de amor. García Márquez preguntó por un señor mayor que él conoció en Aracataca siendo muy niño, vecino de barrio, a quien admiraba y respetaba mucho: Santander Durán Gómez, padre de Santander y Stella Durán Escalona. Es llevado a su residencia para saludarlo y, en el encuentro, “El Pibe” estaba promocionando la que fuera su canción más conocida, ‘Ausencia’, y se la cantó a Gabito.

El resultado de esta visita se puede leer en la mitad del libro: el personaje femenino, esposa del capitán del buque, fue bautizado con el nombre de “Ausencia Santander”; Ausencia por la canción de “El Pibe” y Santander en honor a su padre. “…Ausencia Santander tenía casi cincuenta años, y se le notaban, pero también tenía un instinto tan personal para el amor, que no había teorías artesanales ni científicas capaces de entorpecerlo…”.

También, en la página 211 de esta primera edición, se encuentra una referencia a la capital del Cesar. Cuando Fermina Daza regresa de su “condena sacramental”, Gabito define su inocencia virginal en su noche de bodas: “En Valledupar entendió por fin por qué los gallos correteaban a las gallinas…”.

Por: Carlos Llanos Diazgranados.

Temas tratados
  • El amor en los tiempos del cólera
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