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Un samario – riohachero de Papayal (Merruño)

Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan Por Aquilino Cotes Zuleta Hace pocos días regresé al corregimiento de Papayal, población Guajira enclavada dentro del perímetro por donde la firma Cerrejón realiza operaciones de minería de carbón de exportación a cielo abierto (más grande del mundo), al noreste de Colombia. Digo que regresé porque siento que […]

Un samario – riohachero de Papayal (Merruño)

Un samario – riohachero de Papayal (Merruño)

Por: Aquilino

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Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan

Por Aquilino Cotes Zuleta
Hace pocos días regresé al corregimiento de Papayal, población Guajira enclavada dentro del perímetro por donde la firma Cerrejón realiza operaciones de minería de carbón de exportación a cielo abierto (más grande del mundo), al noreste de Colombia.
Digo que regresé porque siento que también es mi tierra, porque de allí es gran parte de la familia de mi esposa. Asistimos al sepelio de Eloy Hernández Ortiz, en solidaridad sentimental con su hermana Emma Hernández y sus hijos.
Papayal es un pueblo apacible que cada año celebra sus festividades patronales el 11 de noviembre. Su gente es hospitalaria, servicial y querendona.
Lástima que Cerrejón no haya hecho todavía la inversión que debe hacerle a esa población, al igual que al resto de los pueblos guajiros, de donde extrae sus riquezas para enriquecer a pocas familias extranjeras en detrimento de miles de hogares que han tenido que cambiar de costumbres, de sus tierras y hasta de su cultura.
Sin embargo, en Bogotá hay un puñado de congresistas golpeando aprisa sus escritorios para aprobar el saqueo de las exiguas regalías de nuestros pueblos mineros dizque para repartirlas en Colombia, cuando todos sabemos que en realidad lo que están haciendo es aprobar lo que el Presidente Santos les ha pedido. Estoy plenamente seguro -aunque nadie lo podrá probar- que pronto estaremos escribiendo del nuevo saqueo económico de nuestras minas. Pronto nos  tocará acostumbrarnos a los  socavones, a dejar de ver nuestras aves, nuestros animales y  a que la enfermedad del cáncer sea una pandemia en todos nosotros, por culpa de la contaminación y el desequilibrio ambiental.
Bien, encontré en Papayal a unos pobladores tranquilos y conformes  con lo poco que invierten en una población –que también como Hatonuevo- debería estar hoy sin padecer de sus necesidades básicas.
A Pesar de todo, su gente se caracteriza por ser dicharachera y mamadora de gallo. Creo no equivocarme al afirmar que los papayaleros son por antonomasia los mejores para poner un sobrenombre.
Prácticamente todos  tienen un apodo, que sus amigos del mismo pueblo se lo impusieron, a pesar de que el sobrenombre no tenga nada que ver con su nombre, como a Alcides Martínez, alias “Mingo”, Santander Martínez alias “Pitán” o Ibeth Ballesteros López alias “La Coma”,  esposa de Aníbal Gómez, un ilustre papayalero quien a pesar de sus quebrantos de salud conserva su buen humor y su verbo fluido para la gramática, es un gran hombre.
También están: Cucha, La Mona, La Buena Moza, La jiji (fallecida), Fifito, La Pelucha, La Chiche, La Pichusa (fallecida) y la Pascuita.  Un caso especial es el ocurrido a Gustavo Hincapié Díaz, quien nació en Santa Marta pero se crió en Riohacha.
Gustavo es  un hombre apacible, denota buen genio, pero en el fondo afirma que es explosivo. Con él hablé en la puerta de su casa, en el barrio Tatual, sector por donde nacía silvestre la planta medicinal “Tua Tua” y en donde hoy trabaja como ornamentador.
Gustavo era comerciante y viajaba por los pueblos de La Guajira. Se enamoró en Papayal de Ada Beatriz Pinedo, con quien se casó (1975) y hoy tienen tres hijos. Un día se puso a beber tragos con unos amigos, en el sardinel de la casa de Santiaga Fuente. En medio de la parranda sus amigos le mamaban gallo porque no tenía un apodo y él sentenció: “quien me ponga un apodo merruño el cuero con él”.
La frase amenazante fue dicha en el instante en que pasaba por allí Gladys Martínez quien reaccionó y señalándolo le dijo: “tú mismo te pusiste merruño” y así se quedó.
Al principio le daba ira y se rasgaba las vestiduras. Todos en el pueblo temían una reacción violenta de Gustavo y solo un personaje como  Alejandro Gómez Deluquez (fallecido) se le acercaba y de manera pícara le decía: “Merrru ve a la casa para darte un alambre de segunda”.
Hoy está más reposado y hasta se ríe de esos bonitos tiempos: cuando los pájaros trinaban en los patios, en los potreros se cazaban conejos, la planta Tua Tua nacía silvestre en el pueblo, la pobreza era sinónimo de humildad, los niños jugueteaban por las calles, los amigos se respetaban y se ayudaban, la violencia no azotaba, la vida era más placentera y nadie hablaba de la contaminación ambiental.
Hasta la próxima semana.
tiochiro@hotmail.com

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