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Unas mujeres llegaron
para quedarse en mi vida
unas de porte y sentida
otras igual se esfumaron.
Unas que también marcaron
mi corazón muy profundo
esas que van por el mundo
pisando y dejando huella
y cual rutilante estrella
Irradian sentir fecundo.
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De una mujer soy el hijo
bendigo a mi madre bella
fulgurante fue la estrella
con la que Dios me bendijo.
Y de esta manera dijo
venera igual las mujeres
y con tu acción concibieres
grata bendición de Dios
que solo levantes la voz
para anunciar sus quereres.
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Ni el pétalo de las rosas
sirva para doblegar
a ese ser muy singular
ella merece mil cosas:
Tratarla como a Diosas
cuidarla y ser protegida
y darle amor a su vida
y sepa que ella es la flor
del dulce jardín de amor
la más tierna y consentida.
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Escribe un verso de amor
dedícalo y pon su nombre
sepa ella que su hombre
brinda siempre a su honor.
Mil destellos de fulgor
su cielo siempre ilumina
y en fértil suelo germina
sentimientos de nobleza
que demuestran su grandeza
y ese candor que domina.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara
