Abrir Medicina en Valledupar sin un hospital universitario es jugar con la salud y la vida misma, gestión en la que se ha embarcado la Universidad Popular del Cesar, en el afán de obtener el Registro Calificado a como dé lugar, a través de una propuesta curricular que incluya materias selectivas dirigidas a territorios y comunidades indígenas, lo que se conoce como medicina tropical, con adaptabilidad a las necesidades regionales, esquema que había planteado años atrás el investigador de Harvard, el médico vallenato, Rafael Valle, pero con fundamentos científicos para llegar a las instancias nacionales.
Un hospital universitario es aquel donde el personal asistencial es el mismo personal docente de la facultad de Medicina y donde los nombramientos de los médicos se hacen en estricto acuerdo entre el hospital y la universidad.
Hasta ahora el proceso para escalar a hospital Universitario lo inició la clínica Alta Complejidad del Caribe en Valledupar, en convenio con la Universidad del Zulia de Venezuela, bautizada por su sigla como Universidad de la Luz, más no el Rosario Pumarejo que ha visionado dar el salto a esa categoría hace medio siglo y no lo ha logrado.
El nuevo agente especial interventor del hospital Rosario Pumarejo de López de Valledupar, José Octaviano Liñán Murgas, anunció que trabajará en una acreditación con estándares de alta calidad, pero antes subrayó la importancia de tener como aliado estratégico a la Gobernación del Cesar, para salir de la intervención forzosa en que está sumido, manera de intentar retornarlo a la normalidad, pero los pasivos rozan aún los $60 mil millones.
Octaviano, médico de la Universidad de Antioquia y magister en gestión de servicios de salud y dirección de hospitales de la Universidad de Barcelona, España, aclaró, sin embargo, que la dinámica de lograr un hospital universitario es un proceso complejo, que requiere documentar y certificar los servicios, conforme demostrar la suficiencia patrimonial del hospital como Empresa Social del Estado “ESE”.
La Universidad Popular del Cesar vislumbra el apoyo de la Universidad de Cartagena y de la Oficina de ARCADIA (Acreditación, Registros, Calidad, Asesoría, Diseño, Interventoría y Ayuda), y pueda que se abra la tercera facultad de Medicina en Valledupar, pero garantizar la calidad e idoneidad de los futuros médicos, siembra toda una disyuntiva, entre universidades aprestigiadas y universidades rezagadas, con debilidades en cualificación docente, sobre todo en tratándose de una profesión misional cuya quintaesencia debe ser velar por la salud y la vida, con el agravante de estar politizada hasta el tuétano, en desmedro del deber ser, que exige la excelencia para rendirle culto a la meritocracia y a la ciencia.
Es inocultable una salud en cuidados intensivos, sumada a la premisa de quienes la definen como aquel “bien explotable que se maneja como una mercancía”, esa es la salud que tenemos hoy, colapsada hace 32 años, producto de la corrupción, porque dizque en lo público todo se lo robaban, cuando operaba el Instituto de los Seguros Sociales, pero en lo privado, peor, y peor ha sido la cura que la enfermedad, donde el concepto de paciente cambió por el de cliente, tal es el grado de comercialización de la medicina.
Médicos no bien formados salen a matar, celebérrima frase arraigada en las entrañas de la Universidad Nacional, que al igual que los Andes, la Javeriana, la del Valle, la de Antioquia, la UIS y la misma Universidad de Cartagena, entre otras, son referentes y se les cataloga universidades de gran prestigio, con acreditación institucional y con buenos números en el ranking internacional.
Aunque la mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres, ello no es óbice para que de universidades no muy reconocidas salgan excelentes profesionales, pero a la inversa, está documentado y probado que de universidades con todos los pergaminos académicos egresen pésimos profesionales, lo que es relativo, pero en lo ético moral, ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma y la integridad del hombre no se mide por las profesiones sino por la conducta.
Rescatar el ojo clínico de la medicina francesa es plana del diario vivir, porque la experiencia no la cambia la tecnología ni la ciencia, y la experticia va de la mano del interrogatorio al paciente y la semiología médica que estudia y clasifica una tipología de síntomas que ayuda a determinar la enfermedad que se padece, es el ABC de un diagnóstico certero.
El ojo clínico no apelaba a laboratorios, ni a copagos, o cuotas moderadoras, que se dan a granel en el mal llamado rol de las EPS, todo un urdimbre de tramitología para recibir en un santiamén la revisión del médico, o perder el tiempo en un dispensario, donde la respuesta siempre es la misma: “Pendiente”, nuevo lenguaje de la salud que traduce: “No hay el medicamento”, desgaste que en el argot coloquial se le conoce como el “Paseo de la Muerte”, tras el engendro de la Ley 100 de 1993, donde las EPS, en manos de las élites han derrochado más de $30 billones, algo grotesco en la supervivencia humana.
Por: Miguel Aroca Yepes.












