Elberto de Jesús “El Debe” López Gutiérrez, distinguido miembro de la dinastía de los López, es uno de los 14 hijos del viejo Pablo Rafael López Gutiérrez. Conquistó la corona en 1980 y se catalogó como el décimo tercer Rey de la Leyenda Vallenata.
Su época más brillante como acordeonero la tuvo al lado de Diomedes Díaz, con quien grabó en 1976 el álbum ‘Tres canciones’. Dentro de su trayectoria musical grabó además con Miguel Herrera y Freddy Andrade.
Transcurría 1977 y Diomedes Díaz citó a Elberto “Debe” López a Bogotá con la intención de realizar una gira artística por la capital del país, Cundinamarca, Meta y Boyacá, además de cumplir compromisos radiales y televisivos, entre ellos la invitación realizada por Jorge Barón al Show de las Estrellas.
El “Debe”, un poco nervioso por el avión y por la selva urbana que lo esperaba, decidió ir a casa de “Tina” Cabás para que le facilitara la dirección de su hijo “Jike” Cabas Pumarejo, quien residía en la capital por motivos laborales y de estudio.
“Jike”, a los dos días, recibió el marconigrama enviado a través de Telecom por el “Debe”, quien en cortas palabras le dijo: “Voy a esa, espérame el próximo sábado”.
Tina aprovechó la ocasión para pedirle el favor al “Debe” que le llevara una encomienda a su hijo en la que incluía 8 alfandoques enmercochaos, 4 panelas atanqueras, 3 dulces —uno de maduro, otro de leche y otro de toronja—, 10 kilos de queso, 30 almojábanas de La Paz, 100 butifarras de Soledad, traídas desde Barranquilla por Jaime Sarmiento Daza, 30 arepas de queso de donde la Bella, 10 aguacates, 30 bollos —15 de mazorca y 15 de queso de San Diego—, 50 panochas de El Paso, 40 queques, 300 huevos de iguana, 10 kilos de carne salá, 2 chivos de Cachito traídos por Pepe Castro desde Chocóte, 15 bocachicos salpresos, 20 libras de bagre salao de Zempegua, 1 galón de suero atoya buey traído por Poncho desde Mi Salvación, 300 limones de Mandinguilla, 2 galones de chirrinchi comprados donde Goyo González, 2 botellas de vino preña vieja de Las Palmitas, 35 mangos de manzana y un gajo de guineo dominico de Manaure.
Cuando el “Debe” llegó al apartamento ubicado en el sector de Nicolás de Federmán fue recibido efusivamente por “Jike” y su esposa, quienes le mostraron su aprecio y amistad en señal de bienvenida.
Una vez cenaron, Leo le indicó al honorable huésped la habitación que estaba lista para alojarse los días que quisiera.
Jike, como anfitrión, le manifestó al “Debe” que la nevera estaba a su disposición, que no reparara en servirse, que se sintiera como en su casa, pues él era considerado un miembro más de la familia. Lo único que le pedía era que no tocara los guineos dominicos colgados al lado del lavadero y que “Tina” se los había mandado especialmente para él, por cuanto la cáscara del guineo contenía mucho potasio y la vitamina necesaria que el médico le había recomendado obtener desde su última consulta.
Pasaron los días y el “Debe”, sintiéndose en su casa, se fue comiendo poco a poco lo que había llevado, escaseando cada día lo de la caja de encomienda.
Una tarde que se encontraba solo en el apartamento, y ante la ansiedad que genera Bogotá, ocasionada por la soledad y el frío, miró hacia la cocina y a lo lejos observó los guineos ya pintones y, con el hambre que tenía, decidió comérselos uno a uno.
Al regreso de “Jike” a casa, este entró directo a la cocina para echarle un ojo al gajo de guineo. El “Debe”, antes de escuchar el reclamo, se le adelantó y le dijo:
—Compadre, le hice el favor de comerme todos los guineos; ahí le dejé el bagazo de las cáscaras que es lo que contiene la vitamina y el potasio que usted necesita.
Por: Pedro Norberto Castro Araújo.
“El Cuento de Pedro”
