Desde el Cerro Pintao, donde el río Villanueva susurra verdades antiguas, me llega el eco de los días pasados, el 20 de julio, cuando el presidente Gustavo Petro alzó la voz en el Congreso como un trovador de la esperanza. Día de la Independencia, y su alocución fue un torrente de cifras que prometían un nuevo amanecer: inflación bajada del 13,8 % a un 4,82 % en tres años, un PIB creciendo al 1,7 % anual, la agricultura danzando con un 7 % de crecimiento y exportaciones agrarias que alcanzaron 11.4 mil millones de dólares en 2024, un 13,9 % más que el año anterior. Habló de subsidios al crédito campesino subidos en un 68 %, 600.000 hectáreas devueltas a manos campesinas (comparado con las 1.020 ha de Santos y 8.625 ha de Duque en administraciones pasadas), y un turismo que, con más de 7 millones de forasteros desde 2023, trae divisas por encima de los 10.000 millones de dólares, dejando atrás al carbón.
Esas palabras resonaron como un acordeón en la plaza, pero en mi alma de artista y arquitecta de lo humano, sentí el peso de la duda. Porque, como dice el viejo refrán vallenato, “obras son amores y no buenas razones”. Petro pintó un Valle de los Ocasos floreciente, donde la tierra abraza a sus hijos y el turismo canta victoria. Pero, ¿es verdad este lienzo? He caminado por los datos como por un sendero de guayacán: la inflación a 4,8 % lo confirman FocusEconomics, el PIB al 1,7 % lo susurra el Banco Mundial, y el 7 % agrícola se alinea con Mordor Intelligence. El turismo, con 5,86 millones en 2023 según BBVA Research, podría rozar los 7 millones en 2025, superando al carbón. Mas las 600.000 hectáreas y el 68 % de subsidios parecen un sueño sin acta, y las exportaciones agrarias tal vez escondan un error (¿11.4 mil millones y no millones?).
El eco no se apagó. Entró Lina María Garrido, congresista de Cambio Radical, con un grito que olía a pólvora y recordaba a Chávez. En su discurso, citado por El País América Colombia, deshojó las cifras de Petro como si fueran flores marchitas: una inflación alta (4,8 %, tercera peor de la región), un PIB que apenas respira frente a años dorados, y un costo de vida que aprieta. Su salida del Capitolio, tras un duelo de palabras, dejó un silencio que rugía como el río en crecida.
No tomo partido, no soy de banderas ciegas. Mi corazón late por la justicia, por el campesino que sueña con su tierra, por el turista que descubre nuestra alma. Las cifras de Petro tienen raíz, pero cojean de precisión; Garrido acierta en su alerta, mas su voz suena a rencor. En este Valle de los Ocasos, donde la cizaña crece entre la polilla y la cotilla, el pueblo espera obras, no promesas. Que las acciones florezcan como el Cañahuate en primavera. ¿Qué sigue, Colombia? Que la tierra hable por nosotros.
Yarime Lobo Baute, con el alma teñida en los ríos y cerros de mi patria.
Por: Yarime Lobo Baute.












