Al finalizar la feria del libro, podemos dar testimonio: fue un evento maravilloso y a la vez felicitar a su mentor y celoso guardián Juan Carlos Quintero por su total éxito.
En Valledupar, más allá de la riqueza cultural y musical que la identifica, se impone una diferencia crucial: la que existe entre el ciudadano y el habitante.
Hago especial referencia a el pensamiento del ingeniero, exministro y escritor Jorge Juan Bendeck Olivella a quien le tocó inaugurar la feria con un elocuente discurso, donde hizo referencia al progreso y desarrollo de las ciudades cuando tienen buenos ciudadanos y no malos habitantes. Por esa razón hoy escribo esta columna para profundizar didácticamente en qué consiste esta diferencia.
El ciudadano: es quien siente compromiso con la ciudad. Se preocupa por su limpieza, por la educación, por la cultura, por el desarrollo bien hecho. Denuncia la corrupción, exige que las obras se cumplan y piensa en el bienestar colectivo. Tiene sentido de pertenencia.
El habitante: solo vive aquí sin involucrarse. Ve la ciudad como un espacio para hacer dinero, sin importarle su deterioro, sus problemas ni su futuro. Es indiferente frente a la basura, la corrupción o el abandono de las obras públicas.
Hoy Valledupar necesita más ciudadanos que hablen, que actúen, que se comprometan. Que defiendan lo que es de todos. Porque solo así se construye una ciudad con futuro y dignidad.
Hoy la ciudad necesita urgentemente que esos habitantes de paso se conviertan en unos verdaderos ciudadanos que demuestren su cariño y afecto por la ciudad que les ha dado su hospitalidad y bienvenida como ha sido la tradición histórica del pueblo vallenato.
Para seguir corrigiendo todos los males que agobian nuestra ciudad se requiere despertar el espíritu solidario y participativo con el progreso, que, desde los púlpitos de las iglesias, las cátedras universitarias, los medios de comunicación, los colegios y escuelas los diferentes gremios promovamos una cruzada cívica con amor por Valledupar.
Por: Carlos Quintero Romero.
