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De cómo se me borró la imagen de mi papá (última parte)

Era tal el silencio de ese momento que podía escuchar mi respiración y los latidos de mi corazón, mientras en la casa de al lado un bebé recién nacido  se quejaba debido al calor que no lo dejaba dormir.

Eloy Gutiérrez Anaya, columnista de EL PILÓN.

Eloy Gutiérrez Anaya, columnista de EL PILÓN.

Por: Eloy

@el_pilon

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Era tal el silencio de ese momento que podía escuchar mi respiración y los latidos de mi corazón, mientras en la casa de al lado un bebé recién nacido  se quejaba debido al calor que no lo dejaba dormir. Por un momento dejé de escucharlo, pero sí a unos perros ladrando a lo lejos en medio de la soledad que a esa hora se sentía en el pueblo, pero la sensación de lo que ocurrió después aún me pone la piel de gallina.

Yo crecí escuchando anécdotas de personas que aseguraban haber tenido encuentros con seres queridos que ya no estaban en este mundo, y debo reconocer que algunas eran producto de la imaginación de quien las contaba; otras, simplemente hacían parte de leyendas y las demás resultaban ser reales; la mía califica dentro de esas cuya realidad es indiscutible porque no fue un sueño sino un encuentro con mi papá que ya tenía alrededor de dos meses de estar sepultado; era como si el mundo se hubiese detenido en ese instante, sentí la presencia de alguien que ingresó a la habitación y se sentó en mi cabecera, y lo aseguro porque recordarán que les dije las características del colchón. Sentí como se hundió al sentarse y luego la sensación de alguien que se acercó a mi oído y me susurró unas palabras las cuales no pude escuchar claramente; al principio, intenté moverme o voltear la cabeza para poder ver quien estaba sentado en la cama hablándome  al oído pero no pude hacerlo, estaba paralizado, la habitación quedó en profunda oscuridad y fue entonces cuando desde lo más profundo  saqué el que quizá haya sido el grito más fuerte que he dado en mi vida, tanto que los vecinos de tres a cuatro casas a la redonda lo escucharon: fue un grito de esos de terror.

Lo que pasó después del grito fue como si hubiesen reiniciado la tierra, se había ido la energía entre el momento en que mi papá se sentó en mi cabecera y mi grito, calculo que fueron entre veinte y treinta segundos, la habitación se llenó de luz nuevamente por las rendijas de la puerta gracias a una luminaria del alumbrado público. Volví a escuchar los sonidos de la habitación, de la nevera, del ventilador y de nuevo el quejido del bebé de la casa contigua, pero lo que me hizo saltar de la cama y salir despavorido de esa habitación y del apartamento fue el hecho que el ventilador estaba girando: recuerden que lo había puesto lo más cerca posible a la cama y dejado fijo, lo que indica que para poder ponerlo a girar se requería de una acción manual para obturar el botón que tienen los ventiladores convencionales.

Era medianoche, no recuerdo si cerré la puerta del apartamento, pero salí corriendo rumbo a la casa finca que quedaba a escasas dos calles, toqué la puerta tan fuerte que se levantaron todos, cuenta mi hermana que yo no podía hablar, estaba del color de una hoja en blanco y el corazón se me quería salir por la boca; desde ese momento y hasta cuando salió el sol nadie más pudo volver a dormir, nos quedamos comentando el suceso y por supuesto no faltaron los que empezaron a hacer bromas con el evento, que era producto de la borrachera que quizás tenía, dijeron unos,  o lo había soñado, decían otros; yo estaba seguro de lo que me había pasado porque no había bebido esa noche, ni la  anterior ni la de más atrás y tampoco había sido un sueño porque estaba muy despierto  cuando pasó.

Finalmente, quiero decirles que desde ese día y hasta hoy no volví a retener la imagen de mi papá en mi mente, a pesar que lo veo en las pocas fotos que hay de él, me resulta complicado recordarlo tal y como era; he soñado un par de veces con él pero no muestra su rostro, la última vez que lo hice  fue hace como un año, estábamos cenando y se paró detrás mío, puso sus manos sobre mis hombros mientras hablaba de mis hijos gemelos, me dijo que uno era exactamente igual a su mamá y el otro era idéntico a mí, intenté voltear para verle la cara porque reconocí su voz, pero con sus manos detuvo mi cabeza e impidió que volteara a verlo, se fue para siempre.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya.

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