OPINIÓN

La vicepresidenta no se va a ir, pero no debería quedarse

¿Qué le pasó, entonces, a aquella lideresa social que hoy, como vicepresidenta, se dedica a lanzar pullas a su propio presidente, y cuyo paso por el Ministerio de la Igualdad no dejó resultados favorables para los sectores más vulnerables del país?

Quintin Quintero, columnista de EL PILÓN

Quintin Quintero, columnista de EL PILÓN

Por: ricardo

@el_pilon

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Entre una cómoda zona de confort salarial y un precario espacio dentro del Gobierno nacional, así se percibe a Francia Márquez. Por un lado, una burócrata acomodada; por el otro, una servidora pública diluida, de quien ni ella misma espera ya algo en beneficio del país.

Ya ni siquiera la aguantan como ha estado durante los últimos tres años: con un pie adentro y otro afuera. Ahora la quieren con los dos pies por fuera. Y punto. ¿Pasó de heroína a traidora o, sencillamente, no dio la talla?

¿Qué ha hecho Francia Márquez, puntualmente, a favor de los 12 millones 672 mil colombianos entre los 14 y 28 años, que representan el 25 % de la población total del país? ¿Qué planteamientos se le conocen en beneficio de esa juventud?

¿Qué ha hecho por el 51,2 % de la población nacional, correspondiente a las mujeres? Más aún, tratándose de un país donde más del 49 % de los hogares son liderados por mujeres cabeza de hogar.

¿Qué ha hecho, como vicepresidenta, por todos aquellos afrodescendientes del Pacífico colombiano que históricamente han sido víctimas de la desigualdad con la que muchas veces el centralismo bogotano ha mirado a departamentos como el Chocó, y a poblaciones del Cauca, Nariño o incluso del Valle del Cauca? Sectores que también han sido víctimas de la corrupción de sus propios dirigentes, a quienes ella, como vicepresidenta, ni siquiera ha logrado cuestionar.

Y ni qué decir de su propio departamento, el Cauca, donde la violencia se ha recrudecido, y donde las poblaciones afrodescendientes, indígenas y mestizas no solo viven divididas entre sí, sino también sometidas a los grupos armados ilegales que operan en la región.

Seguramente, en Suárez, Cauca, no la quieren ver. Su connotada hija es hoy una funcionaria deslucida y un estorbo para el Gobierno nacional.

Francia Márquez destruyó su capital social. Nada ha logrado en beneficio de la juventud ni de la mujer colombiana. Hoy, muchas de las luchas históricas de los sectores afrodescendientes ya no quieren que sea ella quien las represente. Más que sumar, resta.

Pensar que en 2018 obtuvo el premio Goldman, otorgado por la Fundación Ambiental Goldman, que reconoce los esfuerzos significativos de líderes que protegen y mejoran el medio ambiente. En sus buenos tiempos, cuestionó con firmeza la minería ilegal del oro.

¿Qué le pasó, entonces, a aquella lideresa social que hoy, como vicepresidenta, se dedica a lanzar pullas a su propio presidente, y cuyo paso por el Ministerio de la Igualdad no dejó resultados favorables para los sectores más vulnerables del país? Ya ni su discurso sobre la equidad suena auténtico.

No es que le haya faltado preparación: le faltó sentido común. Si bien nadie niega que en Colombia persisten sectores clasistas y racistas, ella pudo haber unido al país en torno a causas comunes para combatir la pobreza extrema. Pero no lo hizo.

Con todo respeto: no se puede pasar de ser una líder social admirada a una vicepresidenta recordada por caricaturas, viajes en helicóptero y ataques indirectos a su propio gobierno. No se puede disfrazar la incapacidad con un discurso étnico que ya ni los suyos creen.

No se puede tener una oportunidad histórica para dignificar a los sectores más vulnerables del país y terminar con un chorro de babas. Lo de menos es si pasó de heroína a traidora. Sencillamente, no dio la talla frente al país, frente a la población vulnerable y frente a su propio gobierno. Y aunque no se va a ir, no debería quedarse.

Por: Quintín Quintero

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