En el vallenato, los guajiros; y en lo político, lo que se cocina en Curumaní. Así lo expresó Cayo Corrales cuando arribé a Urumita en esas correrías de fin de año por La Guajira, motivadas por el emparentamiento con los Zabaleta. Fue el saludo propio del guajiro atento y familiar. Cayo me dijo: “Se va a quedar en la casa de mi sobrino Silvestroncho, yo hoy soy el de seguridad”.
Tras conocer parajes emblemáticos y personajes de raíz popular, al calor de los vinos, Cayo habló con la propiedad que solo tiene el guajiro que ha hecho méritos y sabe lo que vale su voz: “Compadre Eistin, yo sí le tengo fe a los de Curumaní en política. En el Valle, unos pelean a favor de ellos, otros en contra… y si eso pasa allá, imagínese por Aguachica y todos esos pueblos. ¡Mucha vaina buena!”, soltó entre carcajadas.
“Llámese a Christian Moreno, el congresista”, concluyó Cayo con su voz gruesa, “ese hombre es ‘jugao’”. Le respondí que hacía rato no hablábamos. Me dijo: “Llámelo, compadre, yo sé que le contesta”. Lo llamé y le expresé la congratulación del copartidario. Se lo pasé a Cayo, y lo que dijo fue: “¡Hable usted! Dígale que se anime, que yo estoy aquí, soltando una sonrisa de alegría de la gente…”.
Cristian, textualmente, dijo que iba para la Alcaldía de Valledupar. A lo que Cayo respondió con brío: “¡Estamos en la pelea! ¡Cuidado y no la ganamos!”. “Nos faltó tiempo, la cuenta no nos dio. Quedamos de segundos”, le dije a Yeyo el sastre cuando me preguntó: “Profesor, ¿cómo quedamos en Valledupar?”.
Yeyo replicó con sabiduría popular: “Así hubiésemos llegado tres días después… segundo es segundo, profesor. ¡Qué maravilla! Una cosa impresionante, la vida no es fácil y en política menos. Estamos ganados, tenemos las bases para Cámara o Gobernación”. Un nuevo capítulo político del centro y sur del Cesar anima al norte y pide espacio.
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Ahora bien, ¿a dónde quiero llegar con este relato de corte macondiano? A que se repite a lo largo y ancho del departamento con diferentes personas, donde las palabras cobran vida. Mucho, porque en él se revela que las mismas raíces que nos dieron identidad hoy permiten que una nueva clase generacional, con pispicia, una ruta trazada, determinación y pega-pega, esté tocando la puerta con fuerza; permitiendo así que Curumaní alce la voz y tome la palabra.
Mi estimado, conspicuo y estratega Miguel Ángel Durán Gelvis: los avatares políticos del centro y sur del Cesar, que lograron entusiasmar al norte, siguen más vigentes que nunca.
Lo que ocurre es que, como lo expresaste en la entrevista, esa clase generacional (que fue instrumento del pueblo) no ha sido responsable con el momento histórico que nos compete, como en otrora lo fue con Christian Moreno Pallares. Aquí hay gente valiosa, profesional, con capacidades ciertas para resolver las falencias que hoy exige la certificación del conocimiento en quien aspire a representar.
Pero también es cierto que nuestros líderes, hoy dispersos en distintas campañas, olvidan que, si desaparecen de la arena política, también desaparecerá la retribución al pueblo y la corresponsabilidad para con ellos. Como Bolívar en su momento álgido expresó: “Salve usted el legado, mantengamos el relevo generacional”.
Y es que en el progresismo actual no se vislumbra una oportunidad directa para ningún aspirante del centro del Cesar, a pesar de que fue precisamente el centro ese muro infranqueable durante las presidenciales.
Espero equivocarme, pero en diálogos con directivos y amigos, se percibe que el centro está en la cola… y lejos de una representación real. Si Cristian Moreno Villamizar estuviera bien, otro gallo cantaría. Sin embargo, mantenemos la fe viva de que Dios le dará salud y fuerza. Y, apelando a esa historia nuestra, llena de identidad, respondemos a la columna de Deivis Caro en EL PILÓN, que nos recuerda nuestros orígenes, desafíos y resultados alcanzados. Gracias por la deferencia… esta historia muchos la deben conocer y, partiendo de ello, un grupo de amigos del departamento del Cesar, con asiento en varios municipios, sin distinción de color político, clero o condición social, dejando a un lado egos e intereses particulares, estamos prestos, firmes y en abierta comunicación para retomar las sendas.
Porque lo que se cocina en Curumaní no es humo: es fuego que quiere volver a encender la esperanza, donde el futuro nos pertenece.
Por Eistin Arce Mejía
