A solo un día para que se venciera el plazo que tienen los partidos para inscribir sus listas al Congreso, fuego amigo entre los bandos, traiciones entre antiguos socios y alianzas improbables en otros tiempos, transcurría la jornada de inscripciones que hoy tiene a más de uno a punto de valeriana y lomotil, especialmente los aspirantes a Cámara de Representantes, pero también a uno que otro aspirante al Senado, cuyas cuentas aún no les cuadran.
Y es que no es para menos: a estas alturas hay varias circunstancias muy diferentes a las elecciones del 2022, donde aquellos que contaban con las estructuras bien aceitadas y ayudadas por lo que peyorativamente se conoce como “las maquinarias” prácticamente tenían su credencial debajo del brazo, mientras que los aspirantes de la oposición, en pleno furor de la campaña presidencial, se sacaban los ojos para armar lista a la Cámara; ahora están en las mismas, pero con la diferencia de que ahora están más viejos y más torpes. Lamentablemente para los grupos en contienda, solo hay cupo para cuatro credenciales a Cámara y todo indica que esta vez el Cesar tendrá tres senadores: dos mujeres y uno de los dos caballeros con credencial tiene hoy las cosas enredadas, salvo que ocurra un milagro de última hora, de esos que pasan en un computador de alguna oficina después de irse la luz.
Como el panorama ha estado tan “dinámico”, para utilizar eufemismos, la bola de cristal que siempre consulto para estas fechas me dice que debo acudir a los espíritus del más allá para vaticinar qué va a pasar este 8 de marzo; y es que, por más que se estiren los votos, estos van a estar por el mismo orden de hace cuatro años, es decir, algo así como 360.000 votos, un poquito más o un poquito menos, pero en todo caso, como ya lo dije, solo cuatro curules hay para repartir.
Ahora bien, al César lo que es del César: la primera curul ya tiene nombre y, por supuesto, pertenece al “archipoderoso” partido Conservador del Cesar y, de paso, nuevamente repite la segunda en cabeza del representante Libardo Cruz, que en menos de un mes saltó de ser un proyecto por el que nadie le reconocía ni siquiera su condición de candidato a estructurar un equipo que lo tiene nuevamente con la credencial en el bolsillo.
Le sigue, por supuesto, la credencial de la casa de Gobierno departamental, que tiene jugando a dos de sus socios políticos y con la difícil decisión de tener que elegir a cuál de los dos le van a poner los 65.000 votos que tienen en el departamento para Cámara o, a lo sumo, los 90.000 para Senado, pero que, en ninguno de los dos casos, les va a alcanzar para las dos credenciales. ¿Ustedes se imaginan el nivel de estrés y tensión que debe haber al interior de estos equipos por saber cuál de los dos aspirantes será el ungido? ¿Se inclinará la balanza por el exalcalde rey de las concesiones o por el candidato del chance?
La lista del candidato del sur y afín al Gobierno departamental, hasta el momento de su inscripción, estaba bastante floja, sin embargo, todos sabemos que esa votación funciona como una franquicia que, independientemente de quien sea el nombre, los votos aparecen. Quien sí tiene el Cristo de espaldas es el exalcalde que logró inscribir una lista raquítica que, así como están las cosas, no le alcanza para elegirse. Entonces, bajo esta realidad, ¿habrá traición en las toldas y el sur se quedará sin representación? Al verse desprotegido y en riesgo de perder, y de paso amenazados los negocios familiares, ¿qué decisión deberá tomar? No quiero ni imaginarme el sismo político que se avecina.
La otra credencial la termina sacando el Pacto casi que por carambola, pero ¿y si se concreta la llegada de Chichí Quintero a la campaña de Libardo Cruz y la lista conservadora saca tres curules? Las elecciones territoriales del 2027 estarán para alquilar balcón. Por el lado del Senado, Claudia Margarita ya es senadora, solo es cuestión de esperar la credencial, la otra es para Katia Ospino. Y, de los actuales senadores, solo uno, o quizás ninguno, llegue.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.





