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Benjamín Guzmán, pianista clásico de Valledupar, cuenta cómo una melodía y un amor imposible marcaron su carrera

La Fundación Pentagrama invitó al maestro Benjamín Guzmán a “Tardes de Piano” el martes 28 de octubre a las 7 p.m.

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Benjamín Guzmán Maestre es un joven pianista y gestor cultural vallenato con una relación con la música desde muy pequeño. Graduado en Música con énfasis en piano clásico de la Universidad del Norte en Barranquilla. Posteriormente cursó una maestría en Música con énfasis en Interpretación del Piano Clásico. Su historia significa viajar desde la calidez de la infancia en Valledupar hasta los escenarios de Barranquilla y Medellín, donde el piano y el amor lo transformaron.

Su pasión y vocación nacieron en el Gimnasio del Norte.  Cuando cursaba la primaria sus papás le regalaron un piano de juguete que solo sonaba una tecla a la vez.  Mientras su hermano empezaba a asistir a la preorquesta del colegio con el profesor Orangel Solano, él, terco como se muestra, insistió en seguir esos pasos, aunque no tuviera la edad para iniciarse en la flauta dulce. 

La epifanía vino a inicios del bachillerato. “Yo estaba en séptimo grado y me gustaba una chica en el salón. Tenía los ojos claros y había una obra dentro del piano que me habían comprado mis padres, ‘Claro de Luna’, que me recordaba el azul de sus ojos. Yo me aprendí una primera parte de esa obra casi que de oído, pero la segunda sección requería un piano más grande. Mis padres, al ver mi avance, decidieron comprarme uno. Literal, lo hacía solo, es verdad que empecé como a aprender aparte música, ya leyendo partituras, porque me gustaba mucho. Me aprendí la obra completa solo para mostrársela a la chica y declararme… hasta que me enteré que le gustaba el hijo del alcalde. Me rompió el corazón y aprendí otra obra más caótica, pensando en el sentimiento de la ruptura”, contó Guzmán sobre ese punto de inflexión que tiene todo joven que convierte un hobby en un proyecto de vida.

Esa escena inaugural de amor ingenuo, esfuerzo y música anticipó su terquedad ante las presiones sociales de estudiar algo más lucrativo como Medicina.  Fue así como terminó en Bogotá haciendo algunos semestres, solo para darse cuenta de que su vida debía empezar con una carrera musical en Barranquilla, prefiriendo la cercanía y la calidez de sus profesores y amigos.

Valledupar tiene todo por crear

En ese camino, la figura del maestro Rafael Fernández Padilla, hermano de Rita Fernández Padilla, resultó central para pulir su técnica y rigor cuando apenas tenía 15 años: “Tuve mi primera audición con él, una eminencia”. Llegué con susto, pero empecé a tocar ‘Claro de Luna’ (la obra que aprendió en séptimo grado) y de una vez me aceptó. Fueron dos años de trabajo intenso, casi seis horas semanales, y me gustaba avanzar, avanzar…”.

Su entrada a la Universidad del Norte fue menos complicada de lo esperado, gracias al trabajo previo: “Para el examen, decidí empezar con ‘Claro de Luna’, y al terminar, me aceptaron de inmediato”.

Participó en concursos de interpretación, nunca obtuvo  el primer lugar por competir con cantantes, pero siempre fue el mejor pianista de su categoría. Esos años consolidan amistades, aprendizajes y retos físicos, como lesiones derivadas del esfuerzo de repertorio pesado que sus profesores le exigieron para sacar lo mejor de él.

Al hablar de su trayectoria como estudiante y docente, Benjamín describe el privilegio de aprender con grandes maestros: “Conté con muy buenos profesores… cuando terminé la carrera en Barranquilla, regresé aquí y empecé a dar clases particulares, formando mi pequeña academia. Más tarde trabajé en una academia llamada Ideli y luego ingresé a la Universidad Popular del Cesar. La maestría, que empecé en 2020, fue posible gracias a la virtualidad durante la pandemia. Obtuve mi título en 2023, y la experiencia en general fue profundamente enriquecedora. Mi profesor de maestría, Andrés Gómez Bravo, un doctor en música, lejos de ser frío o académico, era increíblemente cálido y cercano. Detectó mis falencias y las abordó con paciencia y humanidad”.

Benjamín considera fundamental devolver ese aprendizaje a su ciudad: “Primero soy de aquí y segundo, es bonito devolverle a Valledupar el conocimiento, compartir lo que uno trae de afuera… Es gratificante ver cómo las personas van creciendo gracias a los impulsos que das, como pequeños empujones para que la gente siga su camino”.

El piano clásico en Colombia y el Cesar

Ser pianista clásico implica batallar con estereotipos y la centralización cultural: “Siempre uno tiene la percepción de que todo está en Bogotá, o en Medellín. Pero cuando estuve en la universidad, vi más de 200 pianistas clásicos sólo en Medellín. Es espectacular el nivel y la organización, y me sorprendió la oportunidad de presenciar homenajes a Teresita Gómez y Blanca Uribe, gigantes de Colombia”.

Su experiencia docente lo inspira a transformar también sus espacios: “Aquí en la universidad la disposición de las personas me sorprendió… aunque estamos en la capital mundial del vallenato, hay sueños y deseos de conocer cosas diferentes. La gente aprecia la música clásica y es muy abierta a aprender. A pesar de las limitaciones, poco a poco se ve el cambio”.

El recital, el concierto de grado de maestría, la docencia, la recuperación de un dedo fracturado… Benjamín toca todos estos puntos con honestidad y sencillez. Habla de la importancia de la formación de públicos y de que Valledupar necesita mejores auditorios.

Historial de conciertos por Colombia

El espacio de Pentagrama, los conciertos en la Quinta de San Pedro Alejandrino, la Aduana de Barranquilla y el Auditorio de la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez son espacios y públicos de una carrera que aspira a expandirse.

Su repertorio actual revela su historia desde el primer piano de teclas hasta su madurez: “Me inclino más hacia lo emocional… En mi grado fue una hora completa tocando sólo obras de Chopin. El martes en Tardes de Piano interpretaré a Luis Antonio Calvo, Ginastera, Debussy (Claro de Luna y Vals Romántica) y cerraré con Chopin”.

Nunca deja de lado el vínculo entre técnica y emoción que le han inculcado los maestros a lo largo de su vida: “El cuerpo como instrumento más allá de las manos… el ahorro de energía, dejar caer las manos, entender el instrumento desde la facilidad… El jazz me parece interesante, pero la música clásica me mueve más”.

Benjamín Guzmán Maestre es un músico que se formó entre desafíos, amor, rupturas y disciplina férrea. Hoy, como docente y artista, sigue impulsando sueños ajenos y propios, convencido de que cada alumno y cada obra es un universo único que merece respeto, paciencia y pasión.

Por Katlin Navarro

Temas tratados
  • Benjamín Guzmán
  • Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez
  • pianista clásico de Valledupar
  • Universidad Popular del Cesa

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