Hablar de Omar Geles es mucho más que rendir homenaje a un grande del vallenato; es abrir el baúl de los recuerdos y encontrar en él momentos sencillos, cargados de humanidad, que marcaron desde temprano su espíritu alegre y decidido. Así lo recordó su hermano, Juan “Juancho” Geles, quien entre sonrisas y nostalgia compartió una anécdota que pinta de cuerpo entero al inolvidable y carismático artista.
Entre las muchas historias que atesora la familia Geles, hay una que vuelve una y otra vez a la memoria de Juancho: una tarde de fiesta en La Sierrita, Jurisdicción de El Paso. Allí, siendo apenas unos niños, fueron invitados por un amigo a animar la plaza con el acordeón. El pueblo, vibrante y lleno de vida, pues se encontraba de fiesta, se convirtió por algún tiempo en el escenario perfecto para dos hermanos que ya respiraban música.
Con el acordeón en manos y la plaza observándolos con expectación, llegó el momento de pasar el sombrero para recoger unas monedas. Juancho, vencido por la timidez, se negó. “Yo era súper penoso y decía: no, no voy a hacer eso ni por nada del mundo”, recuerda entre risas. Fue entonces cuando Omar, a pesar de ser el menor, tomó la delantera. Con esa chispa que siempre lo acompañó, lo animó y empujó con cariño a atreverse.
“Finalmente salí, recogí algo de plata, pero más que eso, ganamos una historia que aún hoy nos hace reír”, dijo Juancho, rememorando la complicidad que siempre los unió y la influencia de Omar, incluso en los detalles más pequeños. Esa pequeña escena, en medio de una plaza cualquiera, encierra la esencia de quien más tarde se convertiría en leyenda: un líder nato, un alma alegre, y sobre todo, un hermano cariñoso.
Hoy, cuando el nombre de Omar Geles se pronuncia con respeto y nostalgia, estas memorias adquieren un brillo especial. Porque detrás del ídolo, del compositor prolífico y del cantante consagrado, hubo un niño que con su carisma natural ya dejaba huella. Una huella que, como aquella tarde en La Sierrita, permanece viva en quienes tuvieron el privilegio de compartir su camino y en todos sus seguidores que siguen viviendo y sintiéndolo en cada una de sus letras.
Por: Karoll Duarte / Practicante Areandina
