‘El Soneto Clásico. Un guardián de la poesía colombiana’ (Estudio Gráfico y Digital S.A.S. Bogotá, noviembre de 2025). Su autor es Eddie José Daniels García (1952, Talaigua, Bolívar). Cronista, sonetista, crítico literario, catedrático e investigador universitario. Entre sus libros publicados: ‘Remanso Líricos (Sonetos)’, ‘El Instituto Simón Araujo, setenta años de gloria educativa’, y ‘Gaboanecdotario: cien anécdotas de Gabriel García Márquez’. Próximo a publicar: ‘La metáfora en el corazón de la música colombiana’.
Este libro es una reseña de la historia universal del soneto clásico y una antología de los poetas colombianos que en diferentes periodos y generaciones vertieron su inspiración lírica en el soneto, “La rosa métrica de catorce versos”, como la llamó el poeta Rubén Darío. La palabra soneto proviene del italiano sonetto, que significa “pequeña canción”. Los primeros sonetos fueron escritos por el poeta italiano Francisco Petrarca en el siglo XIV. Y desde el siglo XV, en pleno esplendor del Renacimiento fue adaptado por grandes poetas españoles como Lope de Vega, Francisco Quevedo, Luis de Góngora y Calderón de la Barca. En Colombia, uno de los primeros poetas en escribir sonetos fue el sacerdote Hernando Domínguez (1606, Bogotá -1659, Tunja).
‘El Soneto Clásico. Un guardián de la poesía colombiana’ es una edición de lujo, respaldada por la Editorial Torcaza de Sincelejo. Su contenido es un recorrido por los poetas cultivadores del soneto en Colombia. El libro tiene quince secciones. En las cinco primeras, explica: la estructura de los catorce versos endecasílabos, los sonetos de la infancia y la perspectiva lúdica en algunos sonetos. A partir de la sexta sección: presenta breves comentarios de cada generación poética, con los respectivos sonetistas, y entre cinco y seis sonetos de cada autor; entre ellos: Hernando Domínguez, José Fernández Madrid, Jose Eusebio Caro, Julio Arboleda, Rafal Pombo, Jorge Isaac, Miguel Antonio Caro, José Asunción Silva, Ismael Enrique Arciniegas, Guillermo Valencia, Luis Carlos “El Tuerto” López, Porfirio Barba Jacob, Julio Flórez, Gregorio Castañeda Aragón, Miguel Rasch Isla, Jose Eustasio Rivera, Ciro Mendía, León de Greiff, Rafael Maya, Dora Castellano, Jorge Artel, Eduardo Carranza, Meira Del Mar, Carlos Castro Saavedra, Jorge Gaitán Durán, Jorge Robledo Ortiz, Fernando Soto Aparicio, Jose Díaz Granados, Giovanni Quessep y José Atuesta Mindiola .
Celebro el honor de estar incluido en esta antología de la historia de sonetos clásicos en Colombia. En las páginas 457-460, aparece mi nombre, seis sonetos y un fragmento del prólogo del libro ‘Sonetos Vallenatos’ (2011), que escribió el poeta Luis Mizar: “Esta muestra de sonetos, es el razonado pretexto de José Atuesta Mindiola, veterano prestidigitador de palabras, para mostrar en diurnas asonancias, en mestizo ritmo y enfáticas anáforas, la eficacia de sus sentidos alertas, la regocijante huella de su sensibilidad y el siempre elocuente mapa moral de sus reflexiones…”.
De los sonetos del libro, esta muestra de mi autoría.
La palabra
No conquista el olvido la memoria.
Es vencido el mutismo de su imperio,
por la palabra ungida de criterio
en las fases cambiantes de la historia.
La palabra, la raya divisoria
entre el silencio gris de cautiverio
y el espejo radiante de misterio
en las voces que anuncian la victoria.
El silencio se pierde en los caudales,
del sonido que emerge con fineza
en el racimo de los madrigales.
Del poeta, la palabra es fortaleza,
sus miradas, lloviznas de cristales
en los arcos montunos de belleza.
El ecologista
El verde aliento de las decisiones
es burbuja de cáliz en la aurora,
frondoso campanario de anacora
en las veredas de las estaciones.
Cuidadoso de las contravenciones,
de la tala funesta que devora
los caminos del agua, porque ahora
son epigramas de lamentaciones.
En ausencia de bosques el viento arde
con el rostro manchado de ceniza,
se opacan los jardines de la tarde.
El ecologista nunca lleva prisa,
ve la naturaleza con alarde
y en la senda del tiempo se desliza.
Caballos en el Valle de la juglaría
Este Valle de abundantes llanuras
el verde adivinaba los caminos:
albergues de caballos solferinos,
negros, blancos y de otras cataduras.
Pedruscos de incisivas amarguras
para los pies de jóvenes equinos
que avanzaban con pasos saltarinos
hasta moldear sus pasos en finuras.
Numerosos jinetes presenciaron
aquellas sendas de caballería
que los golpes de piedras fatigaron.
Caballos de especial galantería,
orgullosos los abuelos cabalgaron
por este Valle de la juglaría
El exiliado
El exiliado transporta consigo
los pequeños lugares de la infancia,
resiste el abismo de la distancia
con ilusiones que lleva de abrigo.
Lejano de otras culturas, testigo,
sus noches glosan lunas en estancia,
percibe bifurcada la fragancia
de otros soles, en espigas de trigo.
Despliega su peregrina armadura;
en su desdicha tristemente avanza
el rudo alcance de la dictadura.
Los sueños en imágenes erigen
senderos de innegable esperanza
a su anhelada tierra del origen.
Por: José Atuesta Mindiola.












