La palabra ‘milagro’ es un término que utiliza la ciudadanía cuando sucede algo que está fuera del alcance del hombre y que representa la intercepción de un ser que está fuera del plano material. Estos milagros fueron los que permitieron que fuera aprobada la canonización del beato venezolano José Gregorio Hernández, el “médico de los pobres” al que en Valledupar se le hace una novena y se le atribuyen milagros de sanación.
El sacerdote James Enrique Romero, párroco de la iglesia Nuestra Señora del Rosario, todos los miércoles le hace una novena a José Gregorio Hernández en donde pide de manera especial por la sanación de los enfermos y por la salud del pueblo vallenato. Romero, quien también es vicario de la Diócesis de Valledupar, aseveró que este beato venezolano ha hecho muchos milagros en el mundo y en especial en el Cesar.
“En mis 20 años de sacerdocio muchos feligreses me han asegurado que al encomendarse a José Gregorio Hernández han vivido la gracia de un milagro de sanación. Yo soy devoto a él y por ello en medio de mis eucaristías de los miércoles le hago una novena. Primeramente, una oración a Dios y luego elevamos las peticiones a José Gregorio”, puntualizó Romero.
En ese sentido, manifestó que en su trasegar por la iglesia fue testigo de diferentes milagros. Como el caso de un infante que sufría de hidrocefalia y por intercepción de José Gregorio Hernández fue sanado. De igual manera, un hombre que fue diagnosticado con cáncer de próstata que también le pidió a este querido médico por su salud y esta enfermedad desapareció de su cuerpo. Acotando así que la santidad de Hernández es innegable porque sus milagros son palpables incluso en el Cesar.
Milagro de fe
El sacerdote James Enrique Romero contó al diario EL PILÓN que ha servido como párroco en los municipios de Chiriguaná, La Paz, San Diego, El Copey, Fonseca, La Guajira y, actualmente, Valledupar en la iglesia Nuestra Señora del Rosario, con un fervor único a José Gregorio Hernández, pues en todos estos municipios ha hecho novenas en su honor.
“En cada municipio que he estado siempre he profesado mi devoción a José Gregorio Hernández y he recibido por parte de los feligreses esa misma devoción. En Valledupar llevo dos años y he sentido esa misma fe. La gente encomienda a su familia, amigos y conocidos a José Gregorio muy convencidos de su intercepción. El papa Francisco le dio un mensaje de esperanza al pueblo venezolano y a Latinoamérica con la aprobación de su canonización”, explicó Romero.
Cabe recordar que el líder de la Iglesia católica luego de la aprobación de la canonización del que sería el primer santo de origen venezolano, convocó a un consistorio para definir la fecha en la que se hará la ceremonia que lo oficializa como tal.
Fecha a la que están a la espera el pueblo venezolano, devotos de América Latina y el arzobispo de Caracas Raúl Biord, quien aseveró que una vez publicada la fecha se realizará en la capital del vecino país una misa solemne en honor a este beato.
Un testimonio propio de sanación
Con alegría en su voz, Romero relató cómo desde muy pequeño es devoto a José Gregorio Hernández. Su fe en este particular médico no proviene de su trasegar como sacerdote, sino de su experiencia personal que algunos señalarían como un milagro de fe.
“De pequeño era muy enfermizo. Mi mamá que era devota de José Gregorio pedía mucho por mi salud. Era muy frágil, tenía asma y problemas de locomoción. Yo no podía caminar bien, era muy difícil para mí hacerlo, pero gracias a la fe de mi madre, de mi familia y la mía en Dios y en elevar las peticiones a José Gregorio, pude mejorar mi salud y vivir hasta la edad que tengo ahora. Paso los cuarenta años y aún le pido por mi salud”, manifestó este párroco vallenato.
Recordando los orígenes de esta devoción, contó que se deben a que su familia de origen campesino viajó a su Venezuela y su madre conoció la historia y los milagros de José Gregorio. Fe que le transmitió a él y al resto de su familia originaria del departamento de Córdoba.
La canonización
La devoción a José Gregorio Hernández ha sido tan grande en Venezuela que hasta le compusieron una canción que fue prohibida presuntamente en 1957 en el vecino país. Eran tantas las historias sobre los milagros de sanación de José Gregorio Hernández, que algunos los tacharon de “mentiras” mientras que otros los ratificaron.
En zonas populares de Venezuela, Colombia y otros países de América Latina, centros de medicinas alternativas utilizan la figura del doctor Hernández en sus sesiones. En 2020, el doctor Lepoldo Briceño-Iragorry, miembro de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, declaró a BBC Mundo que “en parte del pueblo hay una visión distorsionada de su figura, que se ha asociado con rituales de santería y ha sido aprovechada por algunos charlatanes, lo que hizo demorar la beatificación”.
Al respecto, el párroco James Enrique Romero, quien se especializó en Roma, Italia, en Historia de la Iglesia Antigua y es profesor en el Seminario Juan Pablo II de Valledupar, aseveró que los tiempos para la canonización de José Gregorio Hernández fueron los dispuestos por Dios y que es una señal de ello que en las condiciones que se encuentra el papa Francisco se haya dado.
¿El médico que iluminó Venezuela?
José Gregorio Hernández nació en 1864 en la pequeña localidad de Isnotú, en el estado Trujillo, centro-oeste de Venezuela, a muy corta edad se destacó en los estudios y fue enviado a Caracas, donde se graduó en Medicina con excelentes calificaciones en la Universidad Central, UCV.
Completados sus estudios, prefirió regresar a su pueblo natal para atender allí a sus pacientes. Los médicos rurales como él tenían que lidiar en la Venezuela de finales del XIX y comienzos del XX con enfermedades como la tuberculosis o el paludismo, muy extendidas entre la población.
Debido a su inteligencia y dedicación, Hernández obtuvo una beca para completar sus estudios en París, en donde conoció avances que llevaría a su país, pues se le atribuye que fue quien introdujo el microscopio y haber sentado las bases de la bacteriología y otros campos científicos hasta entonces apenas desarrollados en Venezuela.
Criado en un hogar religioso también heredó una profunda fe católica por lo que intentó dos veces ordenarse como sacerdote. En 1908 fue admitido en el monasterio de Cartuja de Farneta, en la Toscana, Italia, pero a los pocos meses mostró síntomas de una enfermedad respiratoria que aconsejaron su regreso a Caracas.
Un segundo intento fue en un seminario romano en 1913, que terminó de la misma manera. Ya asentado en Venezuela desarrolló una amplia labor clínica e investigadora, e incluso completó un tratado de filosofía. Posteriormente el 29 de junio de 1919 murió atropellado en una calle céntrica de Caracas por uno de los pocos automóviles que circulaban por la ciudad en aquel entonces.












