Corría el año de 1986 y mi juventud, sumada a mi sana rebeldía e irreverencia social, me llevaron físicamente a tener el pelo medianamente largo y desordenado y a perforarme una de las orejas y ponerme un topo o topito, que para ser claro, en mi región y en mi ciudad Valledupar, para la época era una apariencia física sui generis y singular. Pocos muy pocos tomábamos esas decisiones, debido a que corríamos el riesgo de ser criticados por nuestros padres, poco aceptados en nuestros colegios y cuestionados por los mayores. Lo que en Bogotá se veía normal en la juventud, acá no lo era.
Mi irreverencia y la de dos jóvenes amigos y contemporáneos de la época, conllevó a que en Radio Guatapurí la señora Consuelo Araújo Noguera hiciera una crítica y con nombre propio descalificó a mis dos amigos y a mí por nuestra apariencia física, y en especial por nuestra actitud.
Posteriormente en 1993, siendo víctima yo de un secuestro por parte del ELN, en el que además compartí cautiverio con Rodolfo Molina Araújo, sintió mi familia durante el tiempo que estuve coartado de la libertad, la solidaridad de la Cacica y una vez fuí liberado, a través de una entrevista del periodista Enrique Camargo Plata sentí yo mismo la solidaridad de Radio Guatapurí y de la señora Consuelo. Además me correspondió personalmente explicarle y consolarla por la situación de mi compañero de secuestro Rodolfo Molina Araújo, su hijo, liberado con posterioridad a mi liberación.
Han pasado los años, perdimos a Consuelo Araújo Noguera, pero hemos evidenciado que su ausencia física no ha sido una limitante para la trascendencia de su obra.
Cada año a finales de abril, en Valledupar la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, reconoce a nuestro folclor destacando a una figura del mismo; cada año para esta época aflora con la fuerza que la caracterizó en vida la figura de Consuelo Araújo Noguera.
Preguntaba alguien hace unos años atrás: “¿Será que otra ciudad del país tiene un parque como el de la Leyenda Vallenata?”
Y en esa misma línea surgía años atrás la pregunta: “¿Será que Medellín, Cali o Barranquilla, que están en población y desarrollo por encima de las ciudades intermedias del país, tienen un parque que sirva para los mismos fines y tenga las mismas condiciones del parque de la Leyenda Vallenata? ¿Qué ciudad intermedia del país tiene un parque similar? ¡Ninguna!”
Si bien es cierto la señora Consuelo Araújo Noguera no es la creadora de nuestro folclor vallenato, no es menos cierto que su gran triunfo fue, es y ha sido lograr que el mismo se escriba en mayúsculas y lograr darle visibilidad a Valledupar con un escenario muchas veces atacado e incomprendido, pero que es sinónimo de correcta ejecución de obra y de transparencia en la ejecución de recursos públicos. Una obra que además de un parque es sinónimo de cultura. El Parque de la Leyenda Vallenata nunca ha mostrado problemas de calidad como obra.
La señora Consuelo no vio su obra, que años después de su muerte es una obra insignia de Valledupar y difícil de encontrar en condiciones similares en otras partes del país. Desde cuándo años atras en su tribuna radial me fustigó, para referirme a ella me expreso como la señora Consuelo.
La irrepetible señora Consuelo Araújo Noguera, seguramente como se dijo de un presidente de Colombia, nacida para amar o para odiar, pero nunca para pasar desapercibida.
La obra material de la señora Consuelo Araújo Noguera, ubicada al norte de Valledupar, habla por sí sola. La obra inmaterial ha logrado trascender con tal identidad que hoy describe a nuestra ciudad y le da visibilidad en el mundo.
La señora Consuelo Araújo Noguera.
Por: Quintín Quintero












