Entendemos que todo evoluciona con el tiempo, la excepción no es, ni sería la música vallenata. Precisamente de una manera sabia en alguna ocasión el maestro Alejandro Durán hizo referencia a ello al expresar: “todo avance que no avance yo“
Dentro de ese concepto, sin duda alguna, así nos lo enseña la experiencia, lo que conduce al cambio son las influencias que nos llegan de forma buscada o circunstancial a través de los sentidos, en especial el de la vista y el del oído.
Como lo sabemos, nuestro folclor no es ajeno a evolucionar y quienes defendemos nuestra música raizal desde lo más profundo, comenzamos a flexibilizar conceptos, en el entendido de que nuestra música vallenata no puede quedarse estancada en el tiempo, esto, con respecto a quienes actualmente la interpretan con ocasión a ese don o virtud que poseen por disposición divina.
Revisando la evolución histórica de la música vallenata, teniendo como extremo inicial el año 1.938, época de Emiliano Zuleta Baquero, de Lorenzo Morales, de ‘Juancho’ Polo Valencia, de Alejandro Durán, de Luis Enrique Martínez, de Calixto Ochoa, de Ovidio Granados y de otros, todos ellos campesinos, que además de ser acordeoneros y cantantes también fueron excelsos compositores. Más adelante, a partir de mediados de la década de los 60 llegó el ciclo de Alfredo Gutiérrez, ‘Colacho’ Mendoza, Los Hermanos López con Jorge Oñate, Los Hermanos Zuleta, Diomedes Díaz Maestre, El Binomio de Oro con Rafael Orozco, Silvio Brito, ‘Beto’ Zabaleta, Iván Villazón Aponte, Miguel Herrera y un poco más adelante surgieron importantes vocalistas y ejecutores, como es el caso de la agrupación de ‘Los Diablitos’, integrada por Miguel Morales y Omar Geles, hasta llegar a la actual era donde nos encontramos con que efectivamente nuestra música vernácula ha evolucionado, en muchos casos para bien y en otros no tanto.
La trilogía, el inicio
Recordemos que en un principio la música vallenata atendía unos parámetros desarrollados por una trilogía integrada por acordeón, caja y guacharaca, donde por lo general el acordeonero era el encargado de vocalizar las canciones, también lo hacían, menos constante, el guacharaquero y el cajero, como muy escasamente se mantiene la tradición hoy en día; dentro de este grupo podemos ubicar a ‘Juancho’ Polo Valencia y el resto de prole de esa era. Posteriormente llega el ciclo donde emergen los conjuntos vallenatos quienes le introducen otros instrumentos musicales, trayendo además de esta novedad, la figura del cantante de una manera separada a quienes ejecutan instrumentos, especialmente el acordeón, aquí podemos destacar el conjunto de Los Hermanos López con el canto de Jorge Oñate, y, en adelante la figura del cantante comienza a ser una constante en las agrupaciones vallenatas, a partir de ese momento también aparecen otros como Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta y Diomedes Díaz Maestre, este último pone en escena una forma de cantar distinta cuando de manera natural fulgurando su gran carisma hace unos movimientos físicos en tarima muy auténticos que jamás se habían visto dentro del género vallenato, e igualmente debemos reconocerle que fue el primero en parafrasear de manera particular sus presentaciones.
FOTO: CORTESÍA.
La figura del cantante
Durante el periodo en que surgen los cantantes como figura de los conjuntos vallenatos vale mencionar que, además de lo acotado en precedencia con respecto al ‘Cacique de La Junta’, también comenzamos a notar cierta diferencia entre estos cantantes, como lo fue el caso del Binomio de Oro, en donde Rafael Orozco interpretaba las canciones atendiendo los cánones de la música vallenata con cierta distinción que lo mostraba, tal vez es válido decirlo, como un intérprete con una voz más universal, eso sí, vale resaltar, lo respetuoso que era de las raíces de nuestro folclor vallenato; y, es precisamente el Binomio de Oro, quien también introduce otra novedad, cuál es la de lucir un vestuario muy a la vanguardia, sin dejar de ser conservador dentro del ámbito nacional, poniendo en escena una presentación más rigurosa en cuanto a la forma de vestir y acompasarse durante la presentación de su repertorio musical exh8ibiendo una coreografía de muy buen nivel, jamás mostrada por un conjunto vallenato.
Llega el modernismo
Siguiendo la cronología histórica de la evolución de la música vallenata llegó otro significativo momento de ruptura tradicional cuando emerge la figura de Carlos Vives, en el año de 1.994, -quien poco después de grabar ‘Los Clásicos de la Provincia’, rompiendo los paradigmas-, osadamente, introduce otros instrumentos musicales mucho más ajenos al folclor raizal en cuestión, e inclusive al tropical, pues con ellos naturalmente se interpretan obras musicales de otros géneros, entre esos el rock, de ahí el señalamiento que le hacen al samario de ser el precursor del “vallenato rockero”, que es consecuencia de la fusión de los dos citados géneros. Carlos Alberto Vives Restrepo, como lo dijimos antes, además de hacer la mezcla de instrumentos de varios géneros musicales, también pone en escena unos movimientos más ceñidos a los “rockeros” que a cualquier otro intérprete de la música vallenata hasta ese entonces, de paso su forma de vestir se asemeja más a los cantantes de rock que a los exponentes vallenatos de aquella época, logrando un rotundo éxito.
En este orden de ideas, tenemos, de una u otra manera, a los que han contribuido a los grandes cambios dentro de la música vallenata, algunos más que otros, como: Diomedes Diaz Maestre, Jorge Oñate G8onzález, Los Hermanos Zuleta-Poncho y Emilianito, Binomio de Oro-Rafael Orozco e Israel Romero y Carlos Vives. Hoy por hoy nos encontramos con músicos vallenatos en vigor que condensan características de cada uno de los mencionados, como es el caso del connotado Silvestre Dangond, que, si analizamos con detenimiento, vemos en él que tiene facetas de Diomedes Diaz, de Jorge Oñate, del Binomio de Oro-Rafael Orozco y de Carlos Vives, pero le imprime un singular estilo que le permite tener su propia identidad, lo que es plausible, debido a que sigue respetando, en todos los sentidos, las medidas de la música vallenata, donde debe mantenerse, pues fugazmente tuvo poco éxito cuando incursionó interpretando otro género musical más inclinado al reguetón con cierto disfraz de vallenato.
Distintas generaciones
Obsérvese que, de generación en generación emergen verdaderos maestros que serán premiados al ser recordados permanentemente por sus grandes aportes musicales, como es el caso de los juglares de la música vallenata aquí mencionados quienes se convirtieron en célebres maestros porque dejaron y dejarán una significativa enseñanza a los que siguen en el arte musical para que esas bellas melodías permanezcan por siempre. No hay que ser experto folclorista para identificar quienes han enriquecido nuestro preciado folclor vallenato desde las cualidades de compositor o de intérpretes y, por lo tanto, quienes nacen con el don de cantante, compositor o ejecutor de instrumentos, tienen un amplio repertorio y ejemplo para copiar positivamente.
Así las cosas, aplicando lo detallado y brevemente dicho a las diferentes presentaciones en vivo que realizan los conjuntos vallenatos contemporáneos, en un rato de tertulia amena con nuestro selecto amigo Ever Jiménez Springer, quien, por su investidura de connotado compositor vallenato, rey de este género, es toda una autoridad folclórica, reflexionamos y dijimos: qué bueno es detenernos a analizar si el cambio que proponen los intérpretes de la actualidad, después de 86 años de haberse concebido la magnífica composición ‘La Gota Fría’, incide en la parte musical o no incide; si se ha evolucionado o se ha involucionado, pero primero, quiero traer a colación la estrofa de la otrora obra del compositor Máximo Móvil, titulada ‘La Vida del Artista’, que fue interpretada magistralmente por dos de los más grandes cantantes de música vallenata como lo fueron Diomedes Diaz Maestre y Jorge Oñate González. Veamos:
(…) Una noche yo pensaba(bis)/ en la vida de los artistas / que muchos la creen bonita y es lo suficiente amarga(bis) / Es digno de agradecer la vida de los cantantes / llevan cantos a todas partes convirtiéndolo en placer / Y el que sabe agradecer lo ayuda y sigue adelante (bis) / pero aquel que es intrigante hundido lo quiere ver / quiere es echarle a perder su labor tan importante… / tiene ratos muy oscuros(bis) el artista en su vivir / que hasta el modo de vestir no le gusta a todo el mundo/ (…)
Fácil resulta reconocer que el mensaje enviado por el genial compositor va encaminado a llamar la atención para que los destinatarios de un producto musical resalten el talento del artista por encima de cualquier otro aspecto, con lo que estamos totalmente de acuerdo, teniendo en cuenta que los sentimientos de nostalgia o de alegría nos lo trasmiten con el mensaje de la letra acompañada de una buena melodía; sin embargo, esa sola lectura no es suficiente para desatender la forma como actualmente lucen los artistas en tarima.
La puesta en escena
En mi particular opinión, creo que tanto la interpretación musical como el atuendo que lucen los músicos, en el caso especial del vallenato, tienen una estrecha relación, pues no olvidemos lo esbozado en precedencia en el sentido de que el nicho donde se gestó nuestra querida música vallenata fue el campo, de ahí que los primeros juglares son de estirpe campesina, tal es el caso del Negro Alejandro Durán, de ‘Juancho’ Polo Valencia, de Calixto Ochoa, entre muchos otros. No obstante, Diomedes Diaz, ‘El Cacique de La Junta’, quien asimismo destelló su descomunal talento desde su casta campesina, y a quien podemos catalogar como el máximo exponente de la música vallenata, dadas sus cualidades especiales que tenía para componer, versear y cantar, que le permitieron trascender nacional e internacionalmente, manteniéndose vigente en el tiempo presente y futuro, siempre trivializó su forma de vestir, llegando al punto de que muchos lo caricaturizaron por esta particularidad; sin embargo, nadie desconoce que se mantuvo auténtico y competitivo no solo frente a los otros músicos de su propio género, sino que además lo fue frente a los intérpretes de otras latitudes musicales quienes también lo veían como un consagrado artista de élite.
Diomedes Diaz en un tramo relevante de su carrera musical, comprendido entre la década de los 80 e inicio de la década de los 90, -quizás la más importante, estuvo compitiendo seria y sanamente con un cantante quien sí se interesó por evolucionar en el vestir, o por qué no decirlo, en vestir impecablemente, éste vocalista es el fallecido Rafael Orozco Maestre, quien despuntó por su disciplina profesional, pero es de advertir que, si bien es cierto que el Binomio de Oro irrumpió la tradición en este sentido, también es honesto reconocer que lo hicieron manteniendo unos parámetros que no los ridiculizaba, todo lo contrario, no solo exaltaron su presencia escénica sino que además encumbraron la música vallenata, o sea, evolucionaron para bien.
Novedades actuales e impropias
Decantando un poco debo decir que, en épocas presentes, indudablemente los músicos hacen a menudo unas propuestas, con el vestuario que están luciendo, que rompe abruptamente los paradigmas de la música vallenata, esto, actuando claramente sin ningún sentido ideológico cultural, si tenemos en cuenta que ni siquiera atienden los parámetros de otros géneros musicales; en consecuencia, no obedecen a ninguna tradición cultural referida a música nacional o internacional.
Ahora bien, se me ocurre decir que dichos músicos visten de esa manera algo risible, asesorados o no asesorados, para llamar la atención, en otras palabras, como estrategia de marketing, dejando al descubierto que tienen un desconocimiento absoluto de nuestra cultura folclórica vallenata e inclusive, repetimos, de ajenas culturas musicales, en otras palabras, no tienen ninguna clase de identidad. Y, -si el propósito es llamar la atención para aumentar su rating, es probable que lo hayan logrado, pero a qué costo, sería el interesante interrogante. En el caso de este simple ciudadano sí que lograron llamar la atención, pero debo señalar que alcanzaron el objetivo mostrando unas indumentarias que rayan con lo grotesco y por consiguiente no le hacen ningún aporte positivo al folclor.
Antes de finalizar, considero importante que nos preguntemos, revisando la forma de vestir de todos los intérpretes actuales de la música vallenata, lo siguiente: ¿Le están haciendo daño a la música vallenata? y/o ¿Se están haciendo daño los intérpretes? Mi respuesta es que, son abundantes los casos donde los músicos vallenatos contemporáneos, con su vestir, muestran unos comportamientos que van en detrimento de la música vallenata y por ende de los intérpretes, quienes a su vez ponen de manifiesto que son inseguros, como quiera que no confían en el talento que la vida les dio para distinguirse y destacarse como artistas, todo esto por desconocer las raíces de nuestro folclor vallenato; procederes que traen consigo una involución de nuestra querida música vallenata, desluciendo el reconocimiento que le hizo la UNESCO de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La invitación que, muy respetuosa y consideradamente, les extendemos desde este escrito cargado de opinión, a quienes en la actualidad interpretan la música vallenata, es a que ausculten o investiguen más sobre nuestro folclor vallenato y, si es el caso, sobre otras culturas musicales para que se permitan introducir cambios, ya sea por inventiva propia, incluso a través de fusiones culturales, que indefectiblemente estén encaminados a enriquecer nuestra querida música raizal y, por ende, a que los intérpretes y/o ejecutores ganen mayores afectos -del público receptor de esas propuestas musicales innovadoras que posean un sentido ideológico cultural.
Por: Guillermo Enrique Maestre Pantoja/Especial para EL PILÓN.











