Razón tenía el expresidente Álvaro Uribe Vélez cuando, en el primer semestre del año 2019, dijo: “El problema nacional de agua y de saneamiento básico en general amerita que las regalías solamente se puedan dedicar a estos destinos. Sin saneamiento básico, muchos municipios dedican regalías a levantar y volver a colocar el cemento de la plaza”.
Si el departamento del Cesar, entre los años 2007 y 2010, recibió en asignaciones de regalías directas un promedio anual de 348.740 millones de pesos, y entre 2012 y 2017 un promedio de 134.311 millones de pesos también por asignaciones directas, ¿qué pasó para que la prioridad no fuera el saneamiento básico y el agua potable?
Entre 2007 y 2010, la población promedio del Cesar era de 947.536 habitantes. En los años posteriores superamos el millón, y todavía hoy, en pleno 2025, siguen apareciendo titulares en los medios de comunicación cesarenses: “Siguen quejas por falta de agua”.
Uribe Vélez tenía razón: municipios y departamentos con abundancia de recursos de regalías se dedicaron a voltear el cemento y cambiar las luminarias de las plazas de los pueblos, como si fueran arbolitos de Navidad que se estrenan cada año, dejando de lado lo esencial: el agua potable y el saneamiento básico.
Plazas priorizadas, pero sin agua potable; gasto público priorizado, pero sin políticas claras de saneamiento básico. ¿Cuántos proyectos financiados con regalías relacionados con agua potable y saneamiento básico ha priorizado el Cesar y sus municipios en los últimos 18 años? ¿Cuántas contrataciones de este tipo se han terminado? ¿Qué servicio prestan?
¿Cuántos proyectos de agua potable y saneamiento básico ha presentado la Gobernación del Cesar desde 2012 para ser financiados con regalías?
Entre 2012 y 2018, en Colombia se priorizaron proyectos de agua potable y saneamiento básico por 2,2 billones de pesos, de los cuales se desprendieron 1.077 proyectos, materializados en 2.117 contratos públicos. ¿Cuántos de esos llegaron al Cesar?
Digámonos la verdad: las obras de agua potable y saneamiento básico, al no ser visibles porque van enterradas, no resultan atractivas para los gobernantes. Y, para completar, más de un contratista, un interventor, un gobernador o un alcalde corrupto se han robado estos recursos, sin importarles que estaban destinados a mejorar la calidad de vida de la población y prevenir enfermedades.
La mejor forma de priorizar las obras públicas —sea con regalías o con recursos del Sistema General de Participaciones— es sobre las necesidades, no sobre las vanidades.
El común de la ciudadanía del Cesar sabe que hemos tenido regalías. Lo que vale la pena preguntar es cuánto de esos recursos se destinó realmente a agua potable y saneamiento básico, y qué de lo ejecutado hoy funciona y qué no.
Uribe Vélez lo dijo con claridad: “Muchos de los municipios destinan regalías a levantar y volver a colocar el cemento de la plaza”.
Por Quintín Quintero










