Por: Luis Ángel Beleño Royero.
Valledupar celebró, la mañana de este miércoles 29 de octubre, la premiación de la sexta entrega del concurso Leer es Nuestro Cuento, organizado por EL PILÓN con el patrocinio de la empresa Drummond Ltd., y, otra vez, las historias de los estudiantes se llevaron el protagonismo. El evento buscó reconocer la valentía de los estudiantes quienes se atreven a narrar sus inquietudes y emociones, creando mundos propios desde la palabra escrita.
En el escenario, el poeta y columnista del diario EL PILÓN, Eduardo Santos Ortega Vergara, destacó ante los asistentes la importancia de persistir en el hábito de la lectura y la escritura:
“Todo comienza con un sueño y ese es el ejercicio que se debe reforzar. Nunca se debe dejar de escribir y leer, porque la disciplina es clave para crecer como narradores y como lectores”, expresó.
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La selección de los ganadores obedeció a criterios como sensibilidad, creatividad, autenticidad al inventar personajes y mundos, y la capacidad estética y humana. Los relatos premiados sobresalieron por el valor de la palabra, entendida como herramienta de memoria, identidad y esperanza.
Ganadores de la categoría de sexto a octavo
Isabel Oliveros, estudiante de 13 años de la Institución Educativa San Joaquín de Valledupar, obtuvo el primer puesto de la categoría 6.º-8.º con “Susie y la llave secreta”. Su cuento aborda la amistad y el desafío de superar un pasado difícil, inspirado en una vivencia cercana. Oliveros contó que la fortaleza detrás de una sonrisa sirvió de base para unir narrativa y empatía.
El segundo lugar fue para María Alejandra Arias Villabos, de 13 años, estudiante del Colegio Evangélico Shalom, quien fue premiada por su relato “Tom, el gato que vivía en Marte”.
A su vez, la organización entregó menciones honoríficas de esta categoría para cuentos como “La luz de los cerezos” de Santiago Yiseth Ariza (11 años, Colegio Comfacesar, grado 6°), “Edrik y Lira: de la caja al corazón” de Ana Lucía Rodríguez Vega (11 años, Colombo Inglés, grado 6°), “Familias desplazadas” de María Camila Cortés (grado 6°), “Sombras que aprendieron a soñar” y “El hijo de un pintor”, todos escritos por estudiantes de distintas instituciones de Valledupar y Cesar.
Ganadores de la categoría de noveno a once
María Camila Núñez Rondón, alumna del Colegio Colombo Inglés, de 15 años y quien cursa grado décimo, recibió el primer lugar de la categoría 9.º-11.º con el cuento “El reloj que no marcaba horas”. Su texto utiliza el reloj como símbolo para hablar de resiliencia y de cómo los adolescentes buscan escapar de sus inseguridades, sueños y anhelos. Núñez Rondón expresó que escribir el cuento fue “un reto enorme entre tareas y compromisos escolares”, pero la literatura fue, para ella, un espacio para expresar las emociones que a veces nos abruman.
El segundo puesto fue para María Belén Cuello, de 15 años, estudiante de grado noveno del Colegio Comfacesar, quien recibió igualmente una bicicleta por su cuento “El chico de las mil puertas”. Su relato construye una atmósfera de misterio sobre los miedos y la soledad juvenil. La autora señaló que quiso visibilizar el efecto del abuso infantil y despertar empatía en los lectores.
En cuanto a las menciones honoríficas en esta categoría, “Takeshi, el niño zombie” fue reconocida por combinar tragedia y reflexión social.
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Esto dijeron los ganadores
Los participantes tuvieron la oportunidad de conversar con EL PILÓN sobre el significado de sus creaciones. Isabel Oliveros, quien conquistó el primer lugar en la categoría de 6° a 8°, compartió que su cuento nació al observar la fortaleza de una amiga: “Sentí que tenía que mostrar que la amistad puede ayudar a superar la soledad”.
En el caso de María Camila Núñez Rondón, la autora de “El reloj que no marcaba horas”, el reto fue canalizar emociones entre las exigencias escolares. “A veces, todos necesitamos un escape y la literatura es ese refugio”, afirmó la cursante del Colegio Colombo Inglés.
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Desde el Colegio Comfacesar, María Belén Cuello apostó por un tema difícil en su cuento:
“Escribí sobre el abuso infantil porque muchas veces los niños no pueden hablar, y lo que quería era que los lectores pudieran entender ese silencio y esa dificultad para abrirse emocionalmente”.
La voz más joven, Santiago Ariza, quien obtuvo mención honorífica con “La luz de los cerezos”, comentó que: “El verdadero premio es intentarlo y levantarse cada vez que uno cae”. Finalmente, Jaime Alfonso Castro Páez, también participante del concurso, expresó cómo la experiencia le devolvió el ánimo por escribir: “La creatividad está ahí, solo había que despertarla”.











