Saliendo de Santa Marta por la carretera nacional que conduce a La Guajira, hay un sector que invita a dejar los pensamientos negativos atrás. Es ‘Perico Aguao’, el punto de referencia para llegar a la única comunidad arhuaca que vive frente al mar Caribe: Katanzama, pueblo arraigado a las frescas montañas de la Sierra Nevada en el Cesar que bajó a encontrarse con las olas del Magdalena.
Kutunzama, como lo escriben los arhuacos, es el hogar de alrededor de 200 personas y más de 60 familias, parte de ellas han estado rondando este sector cercano al río Don Diego desde hace décadas y solo hasta hace 15 años pudieron establecerse en medio de los grupos armados, apoderados de fincas y presuntos invasores de tierras. “Duramos un mes aquí…, nos reunimos las comunidades indígenas con los mamos y las autoridades, y pudimos hacer las primeras casas acá en Katanzama, todas naturales, hechas de madera y barro, como dicta nuestra tradición”, asegura el líder Reinel Villafañe mientras recuerda que la historia de su pueblo en esta costa es ancestral y mucho más antigua que la llegada de los invasores españoles.
Provienen del Cesar
Esta comunidad proviene de lo alto de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Valledupar y Pueblo Bello, allí sobrevivieron a la arremetida española. Alberto Villafañe, padre de Reinel, fue uno de los impulsores de la recuperación del territorio, proceso que continuó su otro hijo, el líder político Danilo, quien murió en 2024 en la playa de Palomino, La Guajira.
“El mar siempre es rabioso. No nos bañamos, no es permitido”, afirma Ati Villafañe, hija de Reinel, cuando le preguntan si se sumergen a menudo, pero este uso de la playa no está permitido por los mamos debido a su creencia de la alta afectación que padece el cuerpo de agua en manos de la población. La joven representa a la nueva generación que hace vida en Katanzama. A sus 24 años recuerda las dificultades del tránsito. “Desde que los pueblos de arriba bajamos acá a la recuperación de las tierras… la época era compleja porque había presencia de cultivos de coca y muchas afectaciones a la naturaleza”, recuerda.
La Agencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados reseña que después de los kankuamos -otra de las 4 comunidades indígenas, además de los kogui y los wiwa- el pueblo arhuaco es el más abatido por el conflicto armado colombiano. “Entre el año 2003 y 2008, 12 miembros del grupo indígena fueron asesinados, 2 fueron desaparecidos, 2 fueron utilizados como escudo humano y 2 más sufrieron lesiones personales. Igualmente, 2.509 indígenas fueron víctimas del desplazamiento forzado en el mismo período, la mayoría proveniente de Valledupar (1.128 desplazados), Riohacha (664 indígenas), Pueblo Bello (319 personas) y Santa Marta (282 desplazados)”, se lee en un informe de la organización.
Los actos violentos por parte de grupos armados ilegales, al igual que de la explotación de sus recursos naturales y el uso a la fuerza de sus corredores estratégicos “ha implicado una fuerte desintegración cultural del pueblo, manifestada en el debilitamiento de sus prácticas culturales y el detrimento de la espiritualidad”, resalta la ONU.
La restitución de la tradición
Sin embargo, Reinel ha seguido la responsabilidad de regresar a sus raíces marítimas tras el fallecimiento de su padre y hermano. Él conoció el lugar por primera vez a los 9 años, al final de la década del 80, y hoy tiene 45, edad en la que presenció, a inicios de julio de 2025, la llegada de la Agencia Nacional de Tierras para anunciar la entrega del 227 hectáreas del predio donde está ubicado este grupo ancestral. Se llama Los Acantilados y estaba bajo posesión de la Sociedad de Activos Especiales (SAE), cuya directora, Amelia Pérez, manifestó que “fue incautado a Diego León Montoya, alias ‘Don Diego’, señalado por las autoridades de ser uno de los cabecillas del narcotráfico”, actividad ilegal que ha contaminado el territorio, según Villafañe, así como lo hizo también la bonanza marimbera y la deforestación.
Los efectos de la violencia y las actividades ilegales son evidentes al ver completamente seca la quebrada Perico Aguao. “Se llamaba río, yo le digo caño. La intervención, la bonanza marimbera y la cocalera acabaron con el caño, el caño se anchó y le tumbaron muchos árboles alrededor”, dice Reinel.
Restauración ambiental
Por eso el proceso de restitución efectiva traduce “la ampliación del resguardo”, según la ANT, sobre todo en un momento histórico para Colombia y América por la conmemoración de los 500 años de fundación hispánica de Santa Marta.
“La entrega de este predio es una victoria espiritual y cultural. Volver al mar es volver a un centro perdido. Estamos garantizando que el territorio deje de ser un sueño y vuelva a ser realidad para los pueblos indígenas”, expresó el director general de la ANT, Juan Felipe Harman, en el acto de entrega realizado frente al mar. Allí estuvieron el mamo Camilo Izquierdo, el exgobernador Rogelio Mejía Izquierdo y el actual cabildo arhuaco en el Magdalena, Luis Enrique Salcedo, quien explicó que la recuperación de estas tierras también “es un acto de preservación cultural, ambiental y espiritual”.
Siembra de árboles
Salcedo afirma que, desde que llegaron, han sembrado más de 15.000 árboles como muestra de una recuperación que va más allá del espacio físico y se centra activamente en la biodiversidad local. Por ejemplo, Reinel expone con detalle el significado ecológico y espiritual de árboles como el guarumo, que llaman “policía” o “semanero” por su función de abonar y preparar la tierra para que otros árboles nativos crezcan.
También explica la historia del maestro, un árbol “castigado” por la tradición debido a su orgullo: “La pepa que cae no la come nadie, solo la semilla nada más. Ninguna especie lo come”. Este entorno revela un conocimiento ancestral y una relación espiritual con el ecosistema circundante. Además, han sembrado barreras con caracoles para proteger las riberas del río y evitar su desaparición total. “Yo he hecho cosas que la tierra me agradezca”, dice el líder.
Salida al mar: un logro espiritual
Esta reparación también ha sido impulsada por el Ministerio de Medio Ambiente, a través del convenio 861 con la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpomag) para la formación de 15 líderes en educación ambiental, para lograr la participación comunitaria en las acciones que contribuyan a la restauración de la quebrada Perico Aguao y la cuenca del río Don Diego que desemboca en el mar Caribe.
Por eso, el mamo arhuaco del Magdalena afirma que recuperar la salida al mar no es un logro material, sino también es espiritual: “Lo más importante de llegar es el conocimiento, que hay esa libertad de hacer los pagamentos”, es el mensaje que repite la comunidad, dando a entender que el conocimiento está en los sitios sagrados como este. “Esto es como un sueño cumplido porque debe existir una kankura, una casa ceremonial, junto al mar, porque la conexión está entre el mar, el nevado y los ríos, el conocimiento debe tener esas partes y la libertad de hacer pagamentos en los sitios sagrados”, declaró Reinel en diálogo con EL PILÓN mientras caminaba al mar.
Sobre los 500 años del legado español y la fuerza de las mujeres
Al preguntarle a los líderes por la celebración de los 500 años de fundación hispánica de Santa Marta, en cuya zona rural está ubicada Katanzama, es evidente la incomodidad que genera el tema de “celebrar” las raíces europeas casi que desconociendo los pueblos originarios. Sin embargo, con mucha calma, todos concuerdan en que lo que esperan es que la sociedad y las autoridades externas reconozcan esos sitios como sagrados por ser lugares de pagamento para equilibrar el planeta. “Que respeten todos los puntos de la línea negra”, es lo único que exigen.
La joven Ati Villafañe explicó a EL PILÓN cómo se desarrollan las ceremonias de pagamento y el significado espiritual de los objetos usados: “Se hace con algodones, un material de gran importancia, porque es como escribir tus pensamientos y enviar un mensaje que otro entiende… Depende del mamo, si dice ‘vamos a hacer la sanación al agua, la lluvia, al sol, la luna’, tú te conectas y haces esa sanación desde el pensamiento”.
Sobre el papel de la mujer en todos estos procesos de retornar, reparar y adaptarse, Ati es clara: “La mujer siempre es la parte que da las cosas más fáciles, siempre apoyando a los hombres y haciendo parte de la historia. En temas de pago y sanación, la mujer siempre está ahí. El hombre solo no puede, siempre debe haber una mujer que lo ayude”.
Cacao y turismo
Aunque empieza a saldarse una deuda agraria con los arhuacos, la ANT y la SAE quedaron en seguir trabajando por la ampliación del resguardo y seguimiento a lo entregado con la conformación de mesas de trabajo para garantizar avances claros y transparentes.
Entre tanto, la comunidad de Katanzama se sostiene económicamente de 3 actividades: la venta de baba de cacao, el cual exportan a países como Japón y Alemania, además cultivan plátano y otros productos agrícolas para el consumo interno; también comercializan artesanías como mochilas tradicionales, manillas, cadenas de su cultura y en los últimos años se dedican al turismo, con recorridos guiados para grupos de locales y extranjeros que también aprenden que el mar no es solo una fuente de alimentos y diversión, sino también un horizonte sagrado para el equilibrio del planeta.
Por Andrea Guerra Peña.











