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Columnista - 17 abril, 2014

Producción limpia

Digamos que la acepción más generalizada del término “producción limpia” sería: aquella actividad productiva que aplica estrategias y técnicas ambientales preventivas para reducir la cantidad de sustancias peligrosas o contaminantes generadas, de modo que se evitan riegos sobre los seres humanos y el medio. Esta producción se alcanza aplicando experiencia, renovando tecnología y, sobre todo, […]

Digamos que la acepción más generalizada del término “producción limpia” sería: aquella actividad productiva que aplica estrategias y técnicas ambientales preventivas para reducir la cantidad de sustancias peligrosas o contaminantes generadas, de modo que se evitan riegos sobre los seres humanos y el medio. Esta producción se alcanza aplicando experiencia, renovando tecnología y, sobre todo, cambiando actitudes. El proceso, en definitiva, tiene como finalidad obtener el máximo de eficiencia energética, el ahorro de materias primas y la reducción máxima de focos contaminantes y desemboca sin duda en una mayor competitividad. Éste es el camino del futuro, no valen disposiciones productivas, socialmente tacañas e insolidarias ancladas en el pasado. Un industrial que contamina revela escasa eficiencia, todo lo que tira es, en términos de producción limpia, mal baratamiento.

Indudablemente, el proceso de cambio hacia las tecnologías limpias es tan necesario como complejo. El proceso ha sido estudiado por especialistas, apuntando que, desde el decenio de 1970, en los países más industrializados el cambio se produce a través de la “tecnología limpia”, que es lo que se ha desarrollado alrededor de una metodología de la prevención de la generación de desechos en el origen en lugar de platear su tratamiento cuando ya han sido producidos.

Actualmente, el tratamiento de los residuos peligrosos por incineración y los filtros son considerados un simple desplazamiento de las emisiones tóxicas hacia otros sistemas naturales.

Básicamente, la “producción limpia”, se propone efectuar el mínimo impacto posible sobre el ambiente. Las formas más avanzadas de producción se diseñan con base en las leyes naturales que regulan el metabolismo de los ecosistemas, donde la eficiencia energética y el reciclaje son factores básicos.

Que los problemas del medio ambiente son los más relevantes con los que, a mediano y largo plazo, se enfrenta la sociedad moderna, no hay ciudadano medianamente bien informado que lo ponga en duda. No es menos cierto también que, para la resolución de la mayoría de ellos, se requieren elevadas dosis de ingenio y capacidad de renovación e innovación. A pesar de todo, a menudo se levantan voces sacando leña del fuego más allá de lo que podría ser un saludable ejercicio de moderación y de prudencia, descalificando las fuentes e informaciones portadoras de datos preocupantes. Pero hoy no podemos dudar de la seriedad de los problemas ambientales ocasionados. Es imposible encontrar un político inteligente y, por lo tanto, bien conectado a fuentes de información solventes, o a un industrial con perspectiva de futuro que no incorporen en sus perspectivas estratégicas y acciones los factores de carácter ambiental.

Columnista
17 abril, 2014

Producción limpia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Digamos que la acepción más generalizada del término “producción limpia” sería: aquella actividad productiva que aplica estrategias y técnicas ambientales preventivas para reducir la cantidad de sustancias peligrosas o contaminantes generadas, de modo que se evitan riegos sobre los seres humanos y el medio. Esta producción se alcanza aplicando experiencia, renovando tecnología y, sobre todo, […]


Digamos que la acepción más generalizada del término “producción limpia” sería: aquella actividad productiva que aplica estrategias y técnicas ambientales preventivas para reducir la cantidad de sustancias peligrosas o contaminantes generadas, de modo que se evitan riegos sobre los seres humanos y el medio. Esta producción se alcanza aplicando experiencia, renovando tecnología y, sobre todo, cambiando actitudes. El proceso, en definitiva, tiene como finalidad obtener el máximo de eficiencia energética, el ahorro de materias primas y la reducción máxima de focos contaminantes y desemboca sin duda en una mayor competitividad. Éste es el camino del futuro, no valen disposiciones productivas, socialmente tacañas e insolidarias ancladas en el pasado. Un industrial que contamina revela escasa eficiencia, todo lo que tira es, en términos de producción limpia, mal baratamiento.

Indudablemente, el proceso de cambio hacia las tecnologías limpias es tan necesario como complejo. El proceso ha sido estudiado por especialistas, apuntando que, desde el decenio de 1970, en los países más industrializados el cambio se produce a través de la “tecnología limpia”, que es lo que se ha desarrollado alrededor de una metodología de la prevención de la generación de desechos en el origen en lugar de platear su tratamiento cuando ya han sido producidos.

Actualmente, el tratamiento de los residuos peligrosos por incineración y los filtros son considerados un simple desplazamiento de las emisiones tóxicas hacia otros sistemas naturales.

Básicamente, la “producción limpia”, se propone efectuar el mínimo impacto posible sobre el ambiente. Las formas más avanzadas de producción se diseñan con base en las leyes naturales que regulan el metabolismo de los ecosistemas, donde la eficiencia energética y el reciclaje son factores básicos.

Que los problemas del medio ambiente son los más relevantes con los que, a mediano y largo plazo, se enfrenta la sociedad moderna, no hay ciudadano medianamente bien informado que lo ponga en duda. No es menos cierto también que, para la resolución de la mayoría de ellos, se requieren elevadas dosis de ingenio y capacidad de renovación e innovación. A pesar de todo, a menudo se levantan voces sacando leña del fuego más allá de lo que podría ser un saludable ejercicio de moderación y de prudencia, descalificando las fuentes e informaciones portadoras de datos preocupantes. Pero hoy no podemos dudar de la seriedad de los problemas ambientales ocasionados. Es imposible encontrar un político inteligente y, por lo tanto, bien conectado a fuentes de información solventes, o a un industrial con perspectiva de futuro que no incorporen en sus perspectivas estratégicas y acciones los factores de carácter ambiental.