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Columnista - 22 abril, 2014

Lo cómodo que es juzgar

Al parecer ya es tendencia juzgar a las personas cuando fallecen, más aún al tratarse de quienes se encuentran expuestos por la fama adquirida en el campo que escogieron, siendo tan vulnerables a las críticas y señalamientos póstumos. Esto ocurrió con nuestro siempre apreciado Rafael Escalona el más grande autor de la música vallenata, víctima […]

Al parecer ya es tendencia juzgar a las personas cuando fallecen, más aún al tratarse de quienes se encuentran expuestos por la fama adquirida en el campo que escogieron, siendo tan vulnerables a las críticas y señalamientos póstumos. Esto ocurrió con nuestro siempre apreciado Rafael Escalona el más grande autor de la música vallenata, víctima sin merecerlo de las exageradas y falsas líneas que le dedicó la española Salud Hernández; le sucedió lo mismo al gran cacique de la junta Diomedes Díaz por un desatinado trino de Santiago Cruz quien precisamente tuvo que cargar con su propia cruz por la reacción casi que imparable provocada por su inoportuna expresión en medio de las honras fúnebres del aclamado artista.

Ahora le tocó el turno nada menos y nada más que al hombre que revolucionó la literatura mundial en el siglo XX, el hombre que construyó un verdadero estilo en las letras, el hombre que con orgullo reflejaba lo que es el ser Caribe, el hombre que describiendo en CIEN AÑOS DE SOLEDAD los hábitos más arraigados de los nativos de la costa norte colombiana, conquistó la fría Estocolmo, en compañía de lo más representativo de nuestra cultura y música vallenata.

Realmente hablar sobre lo afirmado en un trino en contra de Gabo es irrelevante, García sobra decirlo, es superior a eso; no es necesario demostrarlo, sólo leer su obra, conocer sus anécdotas como lo vivido por el y Mercedes Barcha su esposa cuando estaba pariendo la novela que lo llevaría al pináculo de las letras, dándole vida a Ursula Iguarán, Aureliano y Arcadio Buendia y todos los bellos personajes de ese maravilloso Macondo; conocer eso trae consigo inspiración, nostalgias, divierte; pero sobretodo es la prueba irrefutable de la grandeza de Gabriel García Márquez.

Escribirle a nuestro nobel es un atrevimiento gigantesco, resaltar su aporte a nuestra cultura puede llegar a ser una osadía, ¿Cómo se le puede escribir a alguien que fue extraordinario escribiendo?, corro el riesgo de ser criticado con justicia por cualquier error en la forma o en datos fuera de contexto al tratar de exaltar tan honorable nombre, ó al ser escaso en mis apreciaciones; pero cuanto más irresponsable es intentar menospreciar el papel no fundamental sino único que desempeñó el autor de Crónica de una muerte anunciada, quien por medio de sus obra nos mostró en el mundo tal cual como somos, pero más importante es que nos enseñó a vernos a nosotros mismos, surgiendo el término “macondiano” para referirse a nuestras costumbres más ancestrales.

Muchas veces nos creemos con la autoridad para juzgar a otros simplemente por encontrarse en orillas ideológicas distintas a las nuestras ó sólo porque no nos caen bien, si en lugar de criticar nos dedicaramos a proponer, este país tendría más premios nobel y el contenido de nuestros argumentos serían más sólidos que los que se exponen en la comodidad del siempre superficial twitter.

Columnista
22 abril, 2014

Lo cómodo que es juzgar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hilario Añez

Al parecer ya es tendencia juzgar a las personas cuando fallecen, más aún al tratarse de quienes se encuentran expuestos por la fama adquirida en el campo que escogieron, siendo tan vulnerables a las críticas y señalamientos póstumos. Esto ocurrió con nuestro siempre apreciado Rafael Escalona el más grande autor de la música vallenata, víctima […]


Al parecer ya es tendencia juzgar a las personas cuando fallecen, más aún al tratarse de quienes se encuentran expuestos por la fama adquirida en el campo que escogieron, siendo tan vulnerables a las críticas y señalamientos póstumos. Esto ocurrió con nuestro siempre apreciado Rafael Escalona el más grande autor de la música vallenata, víctima sin merecerlo de las exageradas y falsas líneas que le dedicó la española Salud Hernández; le sucedió lo mismo al gran cacique de la junta Diomedes Díaz por un desatinado trino de Santiago Cruz quien precisamente tuvo que cargar con su propia cruz por la reacción casi que imparable provocada por su inoportuna expresión en medio de las honras fúnebres del aclamado artista.

Ahora le tocó el turno nada menos y nada más que al hombre que revolucionó la literatura mundial en el siglo XX, el hombre que construyó un verdadero estilo en las letras, el hombre que con orgullo reflejaba lo que es el ser Caribe, el hombre que describiendo en CIEN AÑOS DE SOLEDAD los hábitos más arraigados de los nativos de la costa norte colombiana, conquistó la fría Estocolmo, en compañía de lo más representativo de nuestra cultura y música vallenata.

Realmente hablar sobre lo afirmado en un trino en contra de Gabo es irrelevante, García sobra decirlo, es superior a eso; no es necesario demostrarlo, sólo leer su obra, conocer sus anécdotas como lo vivido por el y Mercedes Barcha su esposa cuando estaba pariendo la novela que lo llevaría al pináculo de las letras, dándole vida a Ursula Iguarán, Aureliano y Arcadio Buendia y todos los bellos personajes de ese maravilloso Macondo; conocer eso trae consigo inspiración, nostalgias, divierte; pero sobretodo es la prueba irrefutable de la grandeza de Gabriel García Márquez.

Escribirle a nuestro nobel es un atrevimiento gigantesco, resaltar su aporte a nuestra cultura puede llegar a ser una osadía, ¿Cómo se le puede escribir a alguien que fue extraordinario escribiendo?, corro el riesgo de ser criticado con justicia por cualquier error en la forma o en datos fuera de contexto al tratar de exaltar tan honorable nombre, ó al ser escaso en mis apreciaciones; pero cuanto más irresponsable es intentar menospreciar el papel no fundamental sino único que desempeñó el autor de Crónica de una muerte anunciada, quien por medio de sus obra nos mostró en el mundo tal cual como somos, pero más importante es que nos enseñó a vernos a nosotros mismos, surgiendo el término “macondiano” para referirse a nuestras costumbres más ancestrales.

Muchas veces nos creemos con la autoridad para juzgar a otros simplemente por encontrarse en orillas ideológicas distintas a las nuestras ó sólo porque no nos caen bien, si en lugar de criticar nos dedicaramos a proponer, este país tendría más premios nobel y el contenido de nuestros argumentos serían más sólidos que los que se exponen en la comodidad del siempre superficial twitter.