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Columnista - 1 marzo, 2013

La muerte de Rafael Orozco

Por: Julio Oñate Martínez En estos momentos en que los interesados en el vallenato que son casi todos los colombianos puntualmente paralizan sus actividades a las 8: 00 p.m. para enterarse de algunos aspectos medio tergiversados sobre la vida del grandioso artista colombiano Rafael Orozco, sus canciones nunca olvidadas han tenido un nuevo renacer, sonando […]

Por: Julio Oñate Martínez

En estos momentos en que los interesados en el vallenato que son casi todos los colombianos puntualmente paralizan sus actividades a las 8: 00 p.m. para enterarse de algunos aspectos medio tergiversados sobre la vida del grandioso artista colombiano Rafael Orozco, sus canciones nunca olvidadas han tenido un nuevo renacer, sonando sin cesar en todas las emisoras y generando una serie de comentarios y especulaciones en torno a su trágica y absurda desaparición desde aquella nefasta noche del 11 de junio de 1992, que como un lunar quedó empañando el historial de Barranquilla, la noble ciudad que lo acogió como a uno de sus hijos mas dilectos.

Pocas veces una calumnia ha tenido tan gigantesca magnitud como la que en forma infame y canalla quisieron hacer rodar los autores intelectuales de su muerte para desviar las investigaciones que se adelantaban cuando soterradamente comentaban que Rafa fue ajusticiado por sus nexos con la mafia que lo responsabilizaba de una millonaria suma de dólares que fueron decomisados en uno de sus viajes de regreso de los Estados Unidos.

En un par de ocasiones he estado a punto de encaminarle a trompadas a más de un bellaco, imbécil y despatriado que repite este absurdo y ponzoñoso dardo: que tanto el como “El pollo Isra” traían en sus viajes del exterior doce millones de dólares camuflados en cada acordeón. Los que han visto un acordeón desarmado saben que en su interior escasamente hay espacio para una galleta de soda y eso desmoronada.

Además de una entrañable amistad con Rafa, nos unía un cercano vínculo  familiar pues mi extinto hermano Rodrigo estaba casado con Carmencita Bruges Orozco su prima hermana y para la época, en Barranquilla, fuimos vecinos y lo veía con frecuencia.

Dos meses antes de ser diabólicamente asesinado “supuestos jaladores de carros” lo encañonaron en la calle despojándolo de su vehículo, tiempo durante el cual le tocó andar de chance en chance y mientras la compañía aseguradora adelantaba los trámites para la respectiva indemnización, era frecuente verlo en las calles de la arenosa conduciendo el viejo y deteriorado Mercedes Benz que su querido amigo y periodista Fabio Poveda le prestaba para evitarle la incomodad de andar a pie.

Una persona que estuviera involucrada en negocios de esa índole y esas proporciones, al serle hurtado su automóvil, sencillamente de inmediato compraba otro sin tener que esperar los trámites del seguro evitándose el trauma de andar atenido a carro ajeno.

Sus dieciséis años de vida artística desde 1976 cuando nació el Binomio de oro uno de los conjuntos mejor pagos en la época le permitieron vivir decorosamente pero sin lujos ni extravagancias pues su origen humilde y los sinsabores de la pobreza que le tocó enfrentar en su infancia, moldearon en él una personalidad sencilla y descomplicada con una gran calidad y sensibilidad humana que quiso y se dejó querer por la gente sin distingo de clases.

Si Rafa no hubiese nacido con esa profunda vocación por el canto posiblemente en el fútbol lograría hacer carrera pues a este deporte dedicaba todo el tiempo libre que tenía y sin dudas hoy estaría con nosotros, pero paradójicamente al entregarse en cuerpo y alma a la noble causa de engrandecer nuestra música, con creces recibió de esta fama, distinción, aplausos reconocimientos y el derecho en nuestra historia de estar al lado de los grandes del folclor vallenato y muchas, muchísimas mujeres que lo admiraron y por él deliraron, una de las cuales, involuntariamente contribuyó a que un celoso esquizofrénico poseído por los espíritus del mal, hubiera ordenado su muerte.

Hasta el presente no he visto un solo capitulo de la telenovela pero mi hija Isabella me mantiene al tanto y he querido adelantarme a los acontecimientos para prevenir a todos y  que como guardianes del folclor no permitan que algún imbécil, bellaco y despatriado vuelva a lanzar el ponzoñoso dardo que inútilmente podrá enlodar el nombre de Rafael Orozco, uno de los artistas más sanos, limpios y grandiosos  que ha tenido la música colombiana.

Por: Julio C. Oñate Martínez

Columnista
1 marzo, 2013

La muerte de Rafael Orozco

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Por: Julio Oñate Martínez En estos momentos en que los interesados en el vallenato que son casi todos los colombianos puntualmente paralizan sus actividades a las 8: 00 p.m. para enterarse de algunos aspectos medio tergiversados sobre la vida del grandioso artista colombiano Rafael Orozco, sus canciones nunca olvidadas han tenido un nuevo renacer, sonando […]


Por: Julio Oñate Martínez

En estos momentos en que los interesados en el vallenato que son casi todos los colombianos puntualmente paralizan sus actividades a las 8: 00 p.m. para enterarse de algunos aspectos medio tergiversados sobre la vida del grandioso artista colombiano Rafael Orozco, sus canciones nunca olvidadas han tenido un nuevo renacer, sonando sin cesar en todas las emisoras y generando una serie de comentarios y especulaciones en torno a su trágica y absurda desaparición desde aquella nefasta noche del 11 de junio de 1992, que como un lunar quedó empañando el historial de Barranquilla, la noble ciudad que lo acogió como a uno de sus hijos mas dilectos.

Pocas veces una calumnia ha tenido tan gigantesca magnitud como la que en forma infame y canalla quisieron hacer rodar los autores intelectuales de su muerte para desviar las investigaciones que se adelantaban cuando soterradamente comentaban que Rafa fue ajusticiado por sus nexos con la mafia que lo responsabilizaba de una millonaria suma de dólares que fueron decomisados en uno de sus viajes de regreso de los Estados Unidos.

En un par de ocasiones he estado a punto de encaminarle a trompadas a más de un bellaco, imbécil y despatriado que repite este absurdo y ponzoñoso dardo: que tanto el como “El pollo Isra” traían en sus viajes del exterior doce millones de dólares camuflados en cada acordeón. Los que han visto un acordeón desarmado saben que en su interior escasamente hay espacio para una galleta de soda y eso desmoronada.

Además de una entrañable amistad con Rafa, nos unía un cercano vínculo  familiar pues mi extinto hermano Rodrigo estaba casado con Carmencita Bruges Orozco su prima hermana y para la época, en Barranquilla, fuimos vecinos y lo veía con frecuencia.

Dos meses antes de ser diabólicamente asesinado “supuestos jaladores de carros” lo encañonaron en la calle despojándolo de su vehículo, tiempo durante el cual le tocó andar de chance en chance y mientras la compañía aseguradora adelantaba los trámites para la respectiva indemnización, era frecuente verlo en las calles de la arenosa conduciendo el viejo y deteriorado Mercedes Benz que su querido amigo y periodista Fabio Poveda le prestaba para evitarle la incomodad de andar a pie.

Una persona que estuviera involucrada en negocios de esa índole y esas proporciones, al serle hurtado su automóvil, sencillamente de inmediato compraba otro sin tener que esperar los trámites del seguro evitándose el trauma de andar atenido a carro ajeno.

Sus dieciséis años de vida artística desde 1976 cuando nació el Binomio de oro uno de los conjuntos mejor pagos en la época le permitieron vivir decorosamente pero sin lujos ni extravagancias pues su origen humilde y los sinsabores de la pobreza que le tocó enfrentar en su infancia, moldearon en él una personalidad sencilla y descomplicada con una gran calidad y sensibilidad humana que quiso y se dejó querer por la gente sin distingo de clases.

Si Rafa no hubiese nacido con esa profunda vocación por el canto posiblemente en el fútbol lograría hacer carrera pues a este deporte dedicaba todo el tiempo libre que tenía y sin dudas hoy estaría con nosotros, pero paradójicamente al entregarse en cuerpo y alma a la noble causa de engrandecer nuestra música, con creces recibió de esta fama, distinción, aplausos reconocimientos y el derecho en nuestra historia de estar al lado de los grandes del folclor vallenato y muchas, muchísimas mujeres que lo admiraron y por él deliraron, una de las cuales, involuntariamente contribuyó a que un celoso esquizofrénico poseído por los espíritus del mal, hubiera ordenado su muerte.

Hasta el presente no he visto un solo capitulo de la telenovela pero mi hija Isabella me mantiene al tanto y he querido adelantarme a los acontecimientos para prevenir a todos y  que como guardianes del folclor no permitan que algún imbécil, bellaco y despatriado vuelva a lanzar el ponzoñoso dardo que inútilmente podrá enlodar el nombre de Rafael Orozco, uno de los artistas más sanos, limpios y grandiosos  que ha tenido la música colombiana.

Por: Julio C. Oñate Martínez