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Editorial - 23 agosto, 2011

Algunas reflexiones sobre la Marcha de los Antifaces

Se realizó el domingo, en las principales ciudades del país, la llamada Marcha de los Antifaces, en protesta contra la corrupción, fenómeno que se ha crecido en el país y que amenaza las finanzas públicas, pero que además mina la confianza de la ciudadanía en el Estado colombiano. Es innegable que esta marcha no tuvo […]

Se realizó el domingo, en las principales ciudades del país, la llamada Marcha de los Antifaces, en protesta contra la corrupción, fenómeno que se ha crecido en el país y que amenaza las finanzas públicas, pero que además mina la confianza de la ciudadanía en el Estado colombiano.
Es innegable que esta marcha no tuvo la convocatoria que, en su momento, registraron las marchas contra los secuestrados de las FARC, hace algunos años, o inclusive, en el caso de Valledupar, la convocada en Marzo del presente año por un grupo de personas, entre ellas varios columnistas y colaboradores de EL PILÓN.
Los informes de los noticieros de televisión y de radio, al igual que las fotografías de los respectivos periódicos, muestran unas marchas más bien pobres, en comparación con las mencionadas anteriormente o las masivas manifestaciones que se están llevando a cabo, por estos días, en algunas ciudades de Europa. Lamentablemente.
Debemos reconocer que nos hubiera gustado ver más ciudadanos comunes y corrientes en esta loable marcha contra la corrupción, por lo menos en el caso de Valledupar.  Pero quienes la organizaron y asistieron a las mismas, merecen todo el respeto.
En ese sentido, las críticas por la falta de convocatoria de la marcha no se les debe hacer a sus organizadores, sino -por el contrario- a quienes no marcharon, por las razones que sea. El gran problema es la indiferencia de los buenos ante los actos de los malos, como afirma el adagio.
Sin lugar a dudas, se puede argumentar la falta de tiempo, la falta de mayor divulgación, etc, pero lo preocupante, en el fondo, es la indiferencia de muchos ciudadanos frente al cáncer creciente de la corrupción.
Hay que reconocerles a los organizadores de la marcha la tarea que realizaron en las principales ciudades del país, incluyendo a Valledupar,  con pocos recursos y en un periodo corto de tiempo.
Insistimos, la poca asistencia a las marchas no se puede interpretar como un fracaso, ya que esto sería afirmar que los colombianos están contentos con la corrupción, a todos los niveles de la administración pública.
Por el contrario, lo que esto demuestra es lo mucho que nos falta por construir ciudadanía, por insistirle a las comunidades que los recursos públicos son de todos y que todos debemos actuar para cuidarlos, protegerlos y velar por la adecuada y transparente inversión de los mismos.
Los colombianos, en público y en privado, están cansados de la corrupción. A ninguna persona de bien,  excepto a los mismos corruptos, claro está, le puede gustar que buena parte lo que paga en impuestos, que son la base del  presupuesto público, se vaya en contrataciones amañadas, en compras con sobreprecio, en tráfico de influencias y en obras mal hechas.
Se debe seguir en esta serie de protestas contra la corrupción. Si el camino no son las marchas, están otra alternativas, principalmente la denuncia valiente de la ciudadanía ante situaciones y casos sospechosos de corrupción. Pero, lo más importante, insistimos es formar ciudadanía e informarle a la gente, que tiene derechos, que los recursos públicos son de todos y que todos debemos colaborar en su buen uso y denunciar la corrupción y la ineficiencia. La corrupción nos roba recursos de la salud, de la educación, de las obras de infraestructura que se requieren, en últimas, la corrupción nos resta desarrollo y bienestar.

Editorial
23 agosto, 2011

Algunas reflexiones sobre la Marcha de los Antifaces

Se realizó el domingo, en las principales ciudades del país, la llamada Marcha de los Antifaces, en protesta contra la corrupción, fenómeno que se ha crecido en el país y que amenaza las finanzas públicas, pero que además mina la confianza de la ciudadanía en el Estado colombiano. Es innegable que esta marcha no tuvo […]


Se realizó el domingo, en las principales ciudades del país, la llamada Marcha de los Antifaces, en protesta contra la corrupción, fenómeno que se ha crecido en el país y que amenaza las finanzas públicas, pero que además mina la confianza de la ciudadanía en el Estado colombiano.
Es innegable que esta marcha no tuvo la convocatoria que, en su momento, registraron las marchas contra los secuestrados de las FARC, hace algunos años, o inclusive, en el caso de Valledupar, la convocada en Marzo del presente año por un grupo de personas, entre ellas varios columnistas y colaboradores de EL PILÓN.
Los informes de los noticieros de televisión y de radio, al igual que las fotografías de los respectivos periódicos, muestran unas marchas más bien pobres, en comparación con las mencionadas anteriormente o las masivas manifestaciones que se están llevando a cabo, por estos días, en algunas ciudades de Europa. Lamentablemente.
Debemos reconocer que nos hubiera gustado ver más ciudadanos comunes y corrientes en esta loable marcha contra la corrupción, por lo menos en el caso de Valledupar.  Pero quienes la organizaron y asistieron a las mismas, merecen todo el respeto.
En ese sentido, las críticas por la falta de convocatoria de la marcha no se les debe hacer a sus organizadores, sino -por el contrario- a quienes no marcharon, por las razones que sea. El gran problema es la indiferencia de los buenos ante los actos de los malos, como afirma el adagio.
Sin lugar a dudas, se puede argumentar la falta de tiempo, la falta de mayor divulgación, etc, pero lo preocupante, en el fondo, es la indiferencia de muchos ciudadanos frente al cáncer creciente de la corrupción.
Hay que reconocerles a los organizadores de la marcha la tarea que realizaron en las principales ciudades del país, incluyendo a Valledupar,  con pocos recursos y en un periodo corto de tiempo.
Insistimos, la poca asistencia a las marchas no se puede interpretar como un fracaso, ya que esto sería afirmar que los colombianos están contentos con la corrupción, a todos los niveles de la administración pública.
Por el contrario, lo que esto demuestra es lo mucho que nos falta por construir ciudadanía, por insistirle a las comunidades que los recursos públicos son de todos y que todos debemos actuar para cuidarlos, protegerlos y velar por la adecuada y transparente inversión de los mismos.
Los colombianos, en público y en privado, están cansados de la corrupción. A ninguna persona de bien,  excepto a los mismos corruptos, claro está, le puede gustar que buena parte lo que paga en impuestos, que son la base del  presupuesto público, se vaya en contrataciones amañadas, en compras con sobreprecio, en tráfico de influencias y en obras mal hechas.
Se debe seguir en esta serie de protestas contra la corrupción. Si el camino no son las marchas, están otra alternativas, principalmente la denuncia valiente de la ciudadanía ante situaciones y casos sospechosos de corrupción. Pero, lo más importante, insistimos es formar ciudadanía e informarle a la gente, que tiene derechos, que los recursos públicos son de todos y que todos debemos colaborar en su buen uso y denunciar la corrupción y la ineficiencia. La corrupción nos roba recursos de la salud, de la educación, de las obras de infraestructura que se requieren, en últimas, la corrupción nos resta desarrollo y bienestar.