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Columnista - 21 octubre, 2011

Al vallenato debemos protegerlo

Por: Jorge Nain Ruíz. En una conversación rutinaria un amigo me expresó: “Me gusta la música llanera porque no se ha dejado contaminar y sus letras siguen contando lo que es el llano, cómo se vive en el Llano, las anécdotas del Llano y lo que ocurre en el Llano”. Lo mejor de todo es […]

Por: Jorge Nain Ruíz.

En una conversación rutinaria un amigo me expresó: “Me gusta la música llanera porque no se ha dejado contaminar y sus letras siguen contando lo que es el llano, cómo se vive en el Llano, las anécdotas del Llano y lo que ocurre en el Llano”.

Lo mejor de todo es que la afirmación me la hace un vallenato; mi respuesta casi instintiva fue: Tienes razón, a mí también me gusta por eso; sin embargo todo no termina allí; esa noche no dormí, pensando que es cierto que a mí me gusta la música llanera por todo lo que expresa y que por lo mismo, no solo me gusta el vallenato ( El que aún mantiene y/o guarda esa magia de contar la tradición), sino que soy capaz de dar la vida por él, y en medio de mis cavilaciones me hice estas preguntas: ¿Será que la música vallenata se encuentra amenazada en su esencia? ¿Será que está en peligro?, ¿Será que hay que protegerla? y después de desenmarañar una serie de premisas he llegado a la conclusión de que efectivamente sí, por lo tanto la respuesta es: todas las anteriores.

Es cierto que todo cambia, todo se transforma, todo evoluciona; pero no siempre se hace para mejorar; en muchas ocasiones los cambios conllevan paulatina y sistemáticamente al deterioro o desfiguración del objeto o sujeto, que, cuando venimos a ver, de aquello que dejamos evolucionar sin detener, no nos queda ni el rastro.

Hoy a todo lo que suena con acordeón se le suele llamar vallenato y la pregunta del millón es: ¿Qué estamos haciendo para que en unos años cuando los efectos de la desaforada comercialización e internacionalización de nuestra música hayan cumplido su tarea, no nos encontremos con un esperpento extraño?

La respuesta es sí, hay un puñado de “Quijotes” que viene denodada y eficazmente trabajando en eso, aun en contra de muchos que ven en esa tarea un trabajo innecesario, porque no vislumbran un peligro en la evolución y transformación que el afán mercantilista y puramente económico de algunos nuevos gestores, autores e intérpretes de esta música le vienen imprimiendo aceleradamente.
A ese selecto grupo de vallenatos con espíritu altruista que se han dado a la difícil e ingrata tarea de proteger el tesoro cultural invaluable que tenemos los colombianos llamado Vallenato, encabezados por el médico y cantautor Rey de la canción inédita Adrián Pablo Villamizar Zapata y la incansable periodista Lolita Acosta, seguidos de Carlos Llanos, Santander Duran Escalona, Alberto “Beto” Murgas, Rosendo Romero, Julio Oñate Martínez, entre otros, hoy quiero hacerles un pequeño homenaje en esta columna, porque ellos ya han logrado que la primera autoridad cultural del País reconozca a nuestro folclor como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación Colombiana y siguen raudos en busca de que la UNESCO declare al vallenato Patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad; yo estoy seguro que más temprano que tarde se hará una realidad.

No podemos negar que el folclor vallenato sea base fundamental de la economía regional y que sean muchas las familias que hayan mejorado su forma de vida gracias a él y a su comercialización, pero ello precisamente fortalece y engrandece la idea de quienes como los ya mencionados, pretenden que la Nación y en general la humanidad coadyuve a la protección que requiere nuestro folclor.

Como corolario de lo que he intentado expresar les transcribo lo señalado por Lolita Acosta al respecto y que comparto plenamente:

“El Vallenato que nosotros pretendemos elevar a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad necesariamente será el más simple de todos, el costumbrista porque debe, en esencia, reflejar las costumbres de nuestro pueblo, el de los barrios y veredas, la ciudad y el campo, no el de las discotecas, alfombras rojas y tarimas de la parafernalia de moda. Esto no implica que no lleve el romanticismo de Tobías Enrique Pumarejo, la poesía de Gustavo Gutiérrez, lo épico de Rafael Escalona, el compromiso social de Santander Durán, el lirismo de Rosendo Romero, el gracejo de Romualdo Brito, la historicidad de Hernando Marín, la picardía de Mateo Torres. Costumbrismo y romanticismo y todas estas variables mencionadas pueden cohabitar sin detrimento de la autenticidad del Vallenato.”

COLOFÓN: Proteger el vallenato autentico y declararlo Patrimonio Inmaterial de la Humanidad no significa quitarle el pan de la boca a quienes componen, cantan, tocan y viven del vallenato comercial o de las distintas ramificaciones que han nacido de aquel; estoy completamente seguro de que esas aparentemente contradictorias empresas, pueden coexistir pacíficamente, por eso yo también quiero hacer parte del PES “Plan Especial de Salvaguardia” del Vallenato.

[email protected]

Columnista
21 octubre, 2011

Al vallenato debemos protegerlo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Por: Jorge Nain Ruíz. En una conversación rutinaria un amigo me expresó: “Me gusta la música llanera porque no se ha dejado contaminar y sus letras siguen contando lo que es el llano, cómo se vive en el Llano, las anécdotas del Llano y lo que ocurre en el Llano”. Lo mejor de todo es […]


Por: Jorge Nain Ruíz.

En una conversación rutinaria un amigo me expresó: “Me gusta la música llanera porque no se ha dejado contaminar y sus letras siguen contando lo que es el llano, cómo se vive en el Llano, las anécdotas del Llano y lo que ocurre en el Llano”.

Lo mejor de todo es que la afirmación me la hace un vallenato; mi respuesta casi instintiva fue: Tienes razón, a mí también me gusta por eso; sin embargo todo no termina allí; esa noche no dormí, pensando que es cierto que a mí me gusta la música llanera por todo lo que expresa y que por lo mismo, no solo me gusta el vallenato ( El que aún mantiene y/o guarda esa magia de contar la tradición), sino que soy capaz de dar la vida por él, y en medio de mis cavilaciones me hice estas preguntas: ¿Será que la música vallenata se encuentra amenazada en su esencia? ¿Será que está en peligro?, ¿Será que hay que protegerla? y después de desenmarañar una serie de premisas he llegado a la conclusión de que efectivamente sí, por lo tanto la respuesta es: todas las anteriores.

Es cierto que todo cambia, todo se transforma, todo evoluciona; pero no siempre se hace para mejorar; en muchas ocasiones los cambios conllevan paulatina y sistemáticamente al deterioro o desfiguración del objeto o sujeto, que, cuando venimos a ver, de aquello que dejamos evolucionar sin detener, no nos queda ni el rastro.

Hoy a todo lo que suena con acordeón se le suele llamar vallenato y la pregunta del millón es: ¿Qué estamos haciendo para que en unos años cuando los efectos de la desaforada comercialización e internacionalización de nuestra música hayan cumplido su tarea, no nos encontremos con un esperpento extraño?

La respuesta es sí, hay un puñado de “Quijotes” que viene denodada y eficazmente trabajando en eso, aun en contra de muchos que ven en esa tarea un trabajo innecesario, porque no vislumbran un peligro en la evolución y transformación que el afán mercantilista y puramente económico de algunos nuevos gestores, autores e intérpretes de esta música le vienen imprimiendo aceleradamente.
A ese selecto grupo de vallenatos con espíritu altruista que se han dado a la difícil e ingrata tarea de proteger el tesoro cultural invaluable que tenemos los colombianos llamado Vallenato, encabezados por el médico y cantautor Rey de la canción inédita Adrián Pablo Villamizar Zapata y la incansable periodista Lolita Acosta, seguidos de Carlos Llanos, Santander Duran Escalona, Alberto “Beto” Murgas, Rosendo Romero, Julio Oñate Martínez, entre otros, hoy quiero hacerles un pequeño homenaje en esta columna, porque ellos ya han logrado que la primera autoridad cultural del País reconozca a nuestro folclor como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación Colombiana y siguen raudos en busca de que la UNESCO declare al vallenato Patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad; yo estoy seguro que más temprano que tarde se hará una realidad.

No podemos negar que el folclor vallenato sea base fundamental de la economía regional y que sean muchas las familias que hayan mejorado su forma de vida gracias a él y a su comercialización, pero ello precisamente fortalece y engrandece la idea de quienes como los ya mencionados, pretenden que la Nación y en general la humanidad coadyuve a la protección que requiere nuestro folclor.

Como corolario de lo que he intentado expresar les transcribo lo señalado por Lolita Acosta al respecto y que comparto plenamente:

“El Vallenato que nosotros pretendemos elevar a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad necesariamente será el más simple de todos, el costumbrista porque debe, en esencia, reflejar las costumbres de nuestro pueblo, el de los barrios y veredas, la ciudad y el campo, no el de las discotecas, alfombras rojas y tarimas de la parafernalia de moda. Esto no implica que no lleve el romanticismo de Tobías Enrique Pumarejo, la poesía de Gustavo Gutiérrez, lo épico de Rafael Escalona, el compromiso social de Santander Durán, el lirismo de Rosendo Romero, el gracejo de Romualdo Brito, la historicidad de Hernando Marín, la picardía de Mateo Torres. Costumbrismo y romanticismo y todas estas variables mencionadas pueden cohabitar sin detrimento de la autenticidad del Vallenato.”

COLOFÓN: Proteger el vallenato autentico y declararlo Patrimonio Inmaterial de la Humanidad no significa quitarle el pan de la boca a quienes componen, cantan, tocan y viven del vallenato comercial o de las distintas ramificaciones que han nacido de aquel; estoy completamente seguro de que esas aparentemente contradictorias empresas, pueden coexistir pacíficamente, por eso yo también quiero hacer parte del PES “Plan Especial de Salvaguardia” del Vallenato.

[email protected]